Valoro y amo la vida

Las personas somos un núcleo de valores y comportamientos y, además, somos las circunstancias que vivimos. Si vives en la montaña, vives circunstancias montañeras. Si vives en el trópico, vives circunstancias tropicales.

Eres la misma persona, que vas evolucionando, que vas haciendo uso de tu capacidad de adaptación para vivir en zonas templadas y en zonas tropicales de un mismo planeta. Eres la misma persona, que evolucionas, que creces en distintos lugares, diferentes circunstancias, variadas geografías.

Mi visión personal es que vivimos de acuerdo a ideas equivocadas y emociones también erróneas. Ya no lo digo por una opinión de cómo ha sido nuestro transcurso histórico sino como un hecho más básico, enraizado en nuestro comportamiento y en nuestro “modus vivendi” o modo de vida cotidiano.

La libertad es básica para dialogar con una persona. ¿Cómo puedes dialogar con un esclavo? Ya no digo con un esclavo en sus papeles, en su documentación, sino con un esclavo de su propia mente, de su propia basura cultural o de sus propios artificios sociales.

Decimos que la libertad se manifiesta en las leyes y esto es verdad, pero las leyes son solamente leyes y el gobierno de lo que pasa en nuestras cabezas no lo dicta ninguna ley. Las leyes acompasan, pero somos nosotros mismos quienes decidimos qué pensamos, si pensamos esto o si pensamos aquello.

En todas las épocas, han existido personas que se dejan llevar por las corrientes culturales. Esto es solamente típico del ser humano. El resto de los animales llevan una crianza normal de sus cachorros, pero el ser humano, desde hace unos 70mil años, estamos realizando un experimento inédito que somos nosotros los únicos que estamos llevándolo a cabo.

Qué es esto. Yo lo veo como un experimento atroz, que tiene ya 70mil años de historia. Una parte del experimento está lleno de dudas, salvajismos, hechos violentos y presiones que eliminan y liquidan radicalmente todo signo de libertad, inteligencia, cooperación pacífica.

Incomprensiblemente, a pesar de tanta violencia, hemos conseguido salvar nuestros cuerpos y multiplicarnos, a unos niveles preocupantes. Es verdad que el planeta tiene recursos para miles de millones de humanos y quizá para otros nuevos millones que vengan. Sin embargo, nuestros medios no son los más adecuados, ni en nuestra interrelación con el medio natural, ni tampoco en nuestra interrelación con nuestros semejantes.

¿Cómo veo el mundo?

Veo el mundo en el que vivo de la única forma que creo y que siento. Amo la vida y respeto la vida, por tanto vivo de acuerdo a lo que pienso y a lo que siento. Para mí es algo normal, fácil, que no se contrapone a la felicidad. Amar la vida no es contrario a la vida. Esto es como yo pienso y así es como yo vivo.

Veo el mundo que vivo con mirada que valora la vida, toda la vida, la vida que hace posible el azul del cielo, la vida que produce los atardeceres y los amaneceres, la vida del árbol, del río, de la montaña, de todas las criaturas que habitamos esta tierra esférica. Así veo el mundo.

Es una mirada libre, no es una mirada ingenua. Es una mirada inocente, pero que conoce de salpicaduras de sangre y de violencias, por tanto es más valiosa porque no ha perdido la inocencia entre el salvajismo de quienes matan por matarse.

Valoro y amo la vida. Porque la valoro y la amo, puedo ver un hombre bueno en un hombre contradictorio, o puedo ver una mujer vital y alegre en una mujer con demasiado miedo a vivir. Puedo ver cosas buenas adonde otras personas ven cosas malas.

Puedo ver un rey en un hombre viejo, arrugado, que baja por un camino, llevando un borrico de la rienda. Qué me importa si muchos del pueblo dicen que es un tonto. ¿Es que las opiniones valen más porque sean muchos quienes las digan? La inteligencia y la razón no se miden por tamaños.

Valoro y amo la vida, pero no en el plano teórico de las ideas, sino en el plano real e integral de la vida. Llevo haciendo esto desde que soy un niño. ¿Cómo se vive, se vive bien, se vive mal? Bueno, se vive siendo uno mismo, lo cual no tiene precio. Ser uno mismo, ser de acuerdo como somos nosotros mismos, es valiosísimo, tanto como es valiosa tu propia libertad.

Vivir con las cabezas de otros o con otros corazones, creo que no tiene nada con el vivir. O eres libre o estás muerto, creo que es la frase que mejor lo define. Vivir es hacer ejercicio de libertad. No amas porque alguien te ordena amar, sino que amas y vives porque te da la gana, te sale de tus propios adentros.

Vivo y valoro la vida. Vivo y valoro las criaturas, todas, también la criatura humana. Y aquí, en la criatura humana, veo de todo. Veo al mejor y veo al peor, veo al pacífico y veo al violento. Y todos formamos parte de esta Gran Humanidad del siglo XXI, cada uno de su particular forma de ser.

Cómo veo el mundo que vivo, de la forma que acabo de indicar. Un mundo convulso, en cambio, contradictorio, donde existen personas de verdad y existen remiendos o fragmentos o artificios de personas.

En el encuentro directo con el mundo, se pierde la inocencia y se gana la veteranía. El guerrero no organiza fiestas cada vez que entra en campaña, pero si vive en un mundo agitado y tiene que proteger su vida y su libertad, adelante.

Ser pacífico y tener que vivir las guerras o las batallas de la vida. No son actos de valor o valentía. Muchas veces la existencia humana viene con actos irremediables, en los que la única opción es hacer guerreros de personas pacíficas, que tienen o tenemos que empuñar la espada porque los ejércitos y los cascos de los caballos ya están a la puerta de casa, con sus ruidos y violencias.

La violencia no tiene legitimidad pero sí existe el instinto de supervivencia. Es lamentable que después de 70mil años de historia, sigamos viéndonos como comida, en el más amplio sentido de la palabra comida, pero si la violencia existe y encontramos ya esa violencia, existe un hecho básico y fundamental. O sobrevives o no sobrevives, tan simple como esto es.

Cómo se puede convivir en mitad de personas que no respetan la paz, que se burlan de la paz, que viven hermanados con el engaño y que, además, son violentos en el salvajismo y en la astucia. Esto es el padrenuestro de cada día de la humanidad del siglo XXI. Es la contradicción de vivir mundos pacíficos, en el marco de la ley, al tiempo que vivimos mundos altamente presionados y coaccionados para eso que entendemos sobrevivir a través de la competencia y de la ley de superior e inferior.

Valoro y amo la vida. Pero no comprendo y jamás quiero comprender a quienes sienten satisfacción por el mal ajeno, ni tampoco a quienes disfrutan hiriendo, destruyendo otras vidas. Es lo único de esta vida que rechazo, las anormalidades de esos seres que también se llaman humanos.