Complicado o sencillo

El intercambio de papeles es, en realidad, una de tantas partes del equilibrio dinámico de una pareja. No hay dos parejas iguales, no existen dos personas idénticas. 

Hay tantas formas de ver el mundo, como miradas que lo enfocan. Pero, llevando este hecho a la máxima simplicidad, se podría decir que sólo tenemos dos maneras de ver el mundo, a la vez de vivirlo: Es la manera fácil y es la manera difícil.

La forma fácil ve soluciones, la forma difícil ve problemas y conflictos.

La forma fácil vive, la forma difícil se amarga. 

Tomar la forma fácil no significa tomar ninguna vía ingenua sino tomar la vía donde el curso del día a día es natural como es natural el curso del agua que corre por las laderas de una montaña. 

Es el día a día de la tolerancia y es el día a día de aprender a amar con un mundo abierto, sin fronteras, sin restricciones y reduccionismos. 

La vida, además de todos los verbos dinámicos que la constituyen, es un poco también el detenerse y ver cómo enfocas las cosas que te vives. 

No basta con ser tolerantes sino, además, estar en ese equilibrio dinámico, referido a cada hecho concreto, referido a todo. Ser o no ser, estar o no estar. Si eres, eres. Si estás, estás. 

Yo no sé si los tiempos actuales son mejores o son peores, que otros tiempos pasados, respecto al poder creernos nuestra historia de vida. Pienso que no es cuestión de generalidades sino de cómo individualmente cada persona vamos encontrando las soluciones. 

A veces entramos en historias en la vida en las que no creemos de verdad (aunque en algún sentido queramos creer), porque no es una corriente fluida a la que le veas una permanencia, una característica de fluidez. Un río puede ser caudaloso en algún tramo de su curso, pero no son los tramos concretos sino el conjunto de la característica del río. Es decir, la personalidad o el carácter de cada persona. Un hecho vital en la interrelación de dos personas.

Un ejemplo de creerse la historia que uno mismo vive, es el ejemplo de las señoras y señores del siglo XIX, que tantos retratos nos ha hecho el western. Aquellos emigrantes llegaban a un paraje yermo, sin nada, comenzaban a construir una cabaña y eran capaces de fabricar un hogar. Cómo lo hacían, no se sabe. Debía ser el amor que aquella señora ponía en los visillos de las ventanas, en ir a la tienda con su marido, montada en el carro, a comprar los cristales, los clavos, las maderas. El amor que pusieron en todo, porque se creían lo que se estaban viviendo. 

Es el amor que pusieron al comprar la estufa, o en cada una de las tazas y de los platos que componían la vajilla de casa. Tenían quinientas cosas pero cada cosa era muy bien considerada y atendida. Hoy tenemos quinientas mil cosas, no podemos dedicar nuestra atención a tantísimas cosas, pero es lo peor, que por atender a 500.000 cosas no atendemos a las 500 cosas que sí son importantes, vitales para nuestra felicidad o nuestra libertad de vivir.

Y yo me repito: hay dos formas de ver el mundo y vivir la vida. Y siempre estamos eligiendo entre la manera complicada y la manera sencilla.