El sentido de la vida

¿Tiene la vida sentido, aún teniendo en cuenta las tragedias y desgracias que vienen sucediendo, desde el principio de la Humanidad, desde el principio de nuestra Historia Humana?. Yo creo y pienso que sí.

Es duro, verdad, para unos más que para otros, pero este viaje es un viaje que viene de muy lejos y ver nuestro mundo particular carece de sentido. Somos porque otros han sido antes que nosotros y porque otros vendrán después de nosotros habernos ido.

Si miramos un universo infinito, poblado de materia y de polvo, de distancias inimaginables. Si miramos esa vastedad de universo, en permanente movimiento, realizando continuas transformaciones químicas, viendo que hasta la presente somos los únicos habitantes de este macroespacio de dimensiones tan astronómicas, es como decirnos: qué poderosísimo milagro de la vida, que permite de las entrañas del fuego de nuestro planeta, hacer emerger la vida, entre la conciencia del agua, del carbono, de las primeras células.

Nos quedamos observando el comportamiento de nuestro hogar terrestre y el comportamiento de todas las criaturas vegetales y animales que nos acompañan en nuestra travesía vital y nos quedamos asombrados. Qué extraño y complejo fenómeno, anida en el fondo de la vida, dando origen a la propia vida.

Nos quedamos asombrados como si pudiera tener explicación algo que es connatural con nuestra existencia, que nacemos y morimos. ¿Pero tiene sentido? Ahí nos lo está diciendo un planeta que gira y gira y sigue girando desde la inmensidad y el principio de los tiempos. Giraba antes de llegar nosotros y seguirá girando, después de nuestra partida. Es realmente maravilloso, sin tristeza, sino sabiendo que nos ha dado posada, alimento, cobijo, vida, durante todo el trayecto de nuestra existencia.

¿Y vivimos más veces? No tengo ni idea, intento ser objetivo, ésta es la vida que tengo y es con esta vida con quien tengo mi principal compromiso. Después de la muerte, Dios me dirá.

No tengo porqué sentir tanto miedo. De hecho, vine en bolas al mundo, sin saber nada. Y ahora sé un poco más, comprendo un poco mejor de qué va toda esta película de la que también nosotros formamos parte activa. La realidad de la vida.

¿Y la gente que se muere? Bueno, no se muere del todo. Hay gente que sí, gente que nunca ha hecho nada bueno por nadie, que nadie después les dedica un humilde pensamiento, un segundo. Ni siquiera esa gente se muere del todo.

El hecho de vivir y de entregar el cuerpo a la tierra o al fuego es un acto de tal valentía que yo creo que los errores más grandes de un ser humano, están perdonados. Yo creo que si existe un Dios o un átomo de inteligencia autoconsciente en este universo que vivimos, se hace realidad por este esfuerzo hacia la vida que hace, no sabemos cómo, que todos trabajamos en un mismo camino, aunque no lo parezca.

El vegetal nutre al animal, éste a otro animal. Y todos nos vamos entregando a la vida, a pesar de nuestras disparatadas guerras y batallas. Yo creo que es la vida quien finalmente vence a todas las guerras y a todos los conflictos y batallas.

No sé, creo que en el fondo de nuestros ánimos, siempre, en toda circunstancia, hemos de intentar mantenernos enteros, firmes, completos. Es verdad que la vida nos pone numerosas veces a prueba, con el sentido o el sinsentido de la existencia humana, pero yo creo que incluso después de experiencias dolorosas o terribles, se produce un avance de comprensión, que no es conformismo en sentido estricto pero que sí es aceptación de cuáles son las leyes que rigen este gran universo de vida, al mismo tiempo que no nos desligamos de ellas, porque de ellas también somos y formamos parte.

No dejamos que una persona enferma se muera sin más. Estamos para hacer algo si podemos hacer algo. Pero si esa persona finalmente fallece, no nos quede la tristeza de conciencia de impedirnos ser felices. Hemos hecho todo lo que pudimos hacer.

En el mismo sentido, digo de cualquier perfección o imperfección humana. Cuántas personas se han muerto, queriendo decir a otras personas que gracias, te he amado, gracias por haber sido tan bueno conmigo, etcétera etcétera. Yo creo que ninguno de esos dolores que esas personas se llevaron a la tumba, queda después olvidado, arrinconado. Y esto no es labor de una sola persona, sino que es labor de sucesivas generaciones, de miles y de millones de vidas que formamos este gran mundo de 7500 millones hoy de gentes humanas.

Yo he sido un hombre de hacerme grandes preguntas, desde niño. Pero ahora creo que convivo mejor con mis preguntas y respuestas, quizás también porque me siento más vivo, más yo mismo. El caso es que ahora no me hago las preguntas que me hacía de niño porque muchas de esas preguntas ya han ido obteniendo respuesta y puedo pensar ya en nuevas cosas que entonces eran puramente una incógnita, una incertidumbre.

Ahora no tengo que consultar al mundo o no tengo que explorarme la cabeza para saber qué o quién o cómo soy. Ahora vivo en un mundo más familiar, más conocido, en el que tengo un lenguaje vivo y que sé qué está sucediendo, en el cielo que veo amanecer por las mañanas, en el comportamiento de los animales, en el comportamiento de las personas, sintiéndome en un mundo conocido.

¿Es seguro este mundo? Bueno, las aves del cielo pasan la noche en las ramas de los árboles. La lluvia, el frío no les impide dormir y levantarse con ánimo, cada mañana, para seguir con un nuevo día de vida.

Ver su alegría en condiciones tan difíciles es toda una experiencia para cuando nosotros, que vivimos mucho más de lo que consigue vivir un pajarillo, nos entristezcamos de nuestra suerte, fortuna o destino.

La Humanidad, yo digo que somos una especie inteligente, divertida, maravillosa como cualquier otro ser vivo, pero que al mismo tiempo, por un mal uso y un abuso de nuestra inteligencia, individual y socialmente hemos proyectado formas de vida que son crueles y violentas y no merecen existir.

Me desagrada el típico debate entre la maldad y la bondad y cómo reaccionan los unos y los otros. Parece que queda en un asunto de ideas o de partidos políticos o de colores de un equipo de fútbol y nada tiene que ver con eso, ni tampoco con teorías religiosas ni tampoco con creencias políticas.

Es más básico el asunto, más primitivo, más fundamental. No buscamos maldad o bondad en el comportamiento de un gato. Ya nos encargamos de decir nosotros que los gatos están exentos de responsabilidad, porque no son inteligentes y la inteligencia es una característica exclusiva de nuestra especie.

No miramos la maldad o la bondad en el rumiante que se come el brote tierno de flores y hojas que ha salido por la humedad de la tierra y la lluvia del cielo. Tampoco miramos la maldad en el lobo o en el águila que ataca al joven cervatillo, más desprotegido.

Mostramos esos horrores de la naturaleza como demostración que nosotros, fruto de la civilización, la cultura, la educación, hemos conseguido liberarnos de esa carga de instinto primario. Hemos dejado de comernos unos a otros. Hemos dejado de comer carne humana y por fin comenzamos a ser unos buenos seres sociales.

Está bien, suponiendo que nos creamos ese terrorífico cuentacuentos, ahora cómo nos contamos que alguien está un día subido en una máquina volante, aprieta un botón y deja caer un paquete explosivo que deja un millón de vidas humanas e incontables vidas de otras especies, borradas en un santiamén de la faz de la tierra. Cómo alguien puede creerse con derecho a decidir sobre millones de vidas.

Qué mente maquiavélica puede haber formado semejante atrocidad. Nosotros. La otra cara de la moneda, del ser humano, nuestra parte más fea, gris, negra, violenta, la que nos deja ejemplos espeluznantes, en los grandes acontecimientos históricos y también en algunos acontecimientos individuales, el horror humano.

Qué es eso. No sé. Pienso que estamos aprendiendo a usar de una inteligencia que es mucho más poderosa que nosotros mismos. Como niños jugando con un juguete interactivo e inteligente, del que nosotros somos también una parte del mismo.

Somos un mundo humano de muy vivos contrastes y también de fuertes contradicciones y otras cuantas barbaridades. ¿Vale la pena vivir?. Yo creo que sí, sin duda. Realmente, a pesar de tantos peligros y riesgos como tiene esta vida, es emocionante y apasionante el vivirse este viaje.