Medios de información

No podría resumir en unas pocas palabras ese poder de atracción de la idea básica de un medio. La idea básica de informar y comunicar, participar en ese proceso de encuentro entre la lectura y el lector.

Atracción e incluso admiración hacia lo que representa el mundo básico de un periódico. Un poder de atracción global hacia todas las piezas dinámicas que conforman un medio de comunicación, también en sus versiones más prácticas, de gestión, de viabilidad, de tiempos. 

Incomprensible e incomprendidamente, suena a barbaridad y a disparate para los tiempos actuales.

Vivimos en tiempos poco atrayentes y poco admirables. Lo cotidiano y callejero es mostrar desagrado e incluso rechazo por el cómo muchas cosas buenas de una sociedad avanzada se han transformado en expectativas falsas y promesas incumplidas.

Como prácticamente todo hacia donde podamos dirigir nuestra mirada, el paisaje de los mundos actuales puede sonar a hastío, a algo acabado, que ha terminado su ciclo vital. También los periódicos de siempre, las radios de siempre, las teles locales que habían comenzado a despuntar en algunos sitios. Se impone la Era Digital y los viejos medios ya son historia (podría decirse).

Creo que no vivimos en ningún Época Dorada de la Prensa Libre e Independiente. Nos puede dar la risa.

Al contrario, la calidad y variedad informativa está bajo mínimos, e incluso vive horas críticas, en consonancia con otros muchos paisajes de nuestra realidad social.

Cuando la credibilidad de los bancos, de las grandes empresas dedicadas a servicios básicos y una gran parte de nuestras instituciones raya casi en lo absurdo, no podemos esperar que los medios de información y comunicación sigan caminos mejores. La misma tabla rasa para todos. Ahí están las cabeceras que se han perdido y el panorama audiovisual que creo que está consiguiendo lo que pretende: autodestruirse.

¿Es posible ser optimista en tales circunstancias?

Sí, yo creo que sí, justamente porque ese conjunto de desasosiego e ignorancia social legitima, más que otros momentos más prominentes, que comience a correr más la tinta del estar bien informados y de que muchas de nuestras vías de comunicación respondan a su objetivo primordial: comunicar, comunicarse.

En resumen, no corren buenos tiempos para la lírica. Demasiado caos, confusión, ruido, contradicciones.

Sin embargo, a pesar de tales avatares, yo digo que es un buen momento para hacer lírica y para la poesía. Pese al contraste de encontrarse con un mundo de lectura poco poético.

¿En qué me argumento? Creo que la sociedad actual está abusando de las fuerzas de la población, poniéndonos a todos en situaciones estúpidas de estrés. Y donde la característica primordial es vernos cargados, siempre en demasía, de preocupaciones, problemas y desesperanza.

Desencanto y desesperanza, que no mejora tras la lectura del periódico o de encender la tele para escuchar las noticias. A veces, ni los propios programas de entretenimiento llegan a entretener.

En este sentido yo digo que cuando ya los payasos no hacen ni reír, ha llegado el buen momento de reinventar la risa, de buscarse las neuronas perdidas para descubrir nuevas formas de reírnos y de hacernos reír. Siquiera por algo tan básico para nuestra supervivencia como son la alegría, la esperanza, el encanto de vivir.