La palabra escrita

El oficio de escribir es mucho más amplio que el puro oficio de escribir libros. Y que propiamente no engloba el otro oficio de publicar esos libros, que ya nos llevan al oficio de editor.

Dónde nace el oficio de escribir. En algún momento de nuestra vida, quisimos comenzar a escribir. Hemos seguido haciéndolo, con o sin interrupción, con textos publicados o in-publicados o impublicables, con ensayos, errores, aprendizajes.

Y también con un espacio comercial, que nos dice si hemos vivido o no hemos vivido de ese oficio de escribir y que nos dice los argumentos prácticos que hemos ido teniendo que poner en desarrollo, en nuestras vidas individuales, para llegar a esa meta, que es en realidad un punto de partida, donde poder hablar que escribir es un oficio y una vocación, o que es una segunda piel que viaja en nuestro interior, formando una misma carne con nuestra materia viva.

Yo alabo la libertad humana, alabo la capacidad de tomar iniciativa, de que toda persona pueda tener plantas en su jardín, pueda tener mascotas y cuidar de ellas, pueda tener hijos y llevarlos a la escuela, pueda tener un coche y ponerlo en circulación por la calle.

Alabo y admiro también que estos tiempos actuales que hoy estamos viviendo, son abundantes en formas y maneras de expresión humana, en especial en todo aquello relacionado con la creatividad, la invención, el ingenio, la ciencia, las bellas artes, incluso los nuevos géneros de opinión y comentario.

Hace mil años, quinientos, doscientos años, era impensable imaginar siquiera muchos de los espacios de expresión humana que hoy ocupan un papel diario y cotidiano en las vidas de muchos millones de seres humanos.

Era impensable pensar en la proliferación de televisiones, emisoras de radio, periódicos, revistas, libros, editoriales, como era impensable pensar en la cantidad de millones de videos, fotografías, textos y mensajes que hoy la Humanidad nos intercambiamos, por los nuevos medios tecnológicos que, ellos mismos, se han convertido en un nuevo poder de comunicación, adicional al convencional de televisión, radios y periódicos y revistas.

En estas presentes circunstancias, junto a los comportamientos habituales, donde la persona que era amante de las letras, ejercía, a veces con penurias, el ejercicio de escribir, hoy encontramos una proliferación de material que incluso recibe premios relevantes, pero que dejan un paisaje de que aquí, en todo este paisaje, está faltando algo sustancial, que es la actitud auténtica de hacer algo por el puro y auténtico placer de hacerlo, de compartirlo, sin esperar los rápidos e inmediatos honores, famas, beneficios económicos, que la falsa sociedad de consumo actual, nos bombardea a través de sus campañas de publicidad.

Hoy estamos viviendo unos tiempos de mucha confusión e incertidumbre, en los cuales es muy fácil que tomemos paisajes mentales errados, confundidos por la fórmula superficial que vemos todos los días. En las televisiones, los tertulianos saben de todo y de nada. En los artículos de opinión, no se dice nada nuevo. Los guionistas de televisión, hacen disparates para mantener los niveles de audiencia. E internet es un cajón desastre donde cohabitan todos, bajo la atenta vigilancia del Gran Hermano que todo lo ve.

La cultura que llevamos ya muchos años viendo por la televisión, radios y periódicos. La misma cultura de las escuelas, institutos, universidades. La misma cultura de las calles, ha ido enseñándonos, equivocadamente, que todo puede conseguirse en un tiempo récord, que nosotros, los humanos de la segunda mitad del siglo veinte y de este presente siglo, podíamos continuamente batir todos los récords anteriores, en una escalada de tener más y de ser más.

Es sencillamente una locura, insana, una paranoia de echarse una carrera, la Humanidad contra la Humanidad, a ver quiénes somos más rápidos o quiénes somos más tontos. Es el correr por el puro correr, el correr para nada.

Se nos ha mostrado que una estrella de la canción puede hacerse en un plató de televisión, se nos ha mostrado que todos pueden llegar a ser buenos cantantes o intérpretes. Se nos ha mostrado que todos podemos ser buenos modelos. Y se nos ha mostrado esos oficios o profesiones como un modelo a seguir. Todos ahora somos cantantes, famosos, modelos, artistas.

Existen personas y comportamientos que no necesitan los focos y las luces para destacar, porque la luz ellos la llevan dentro de sí mismos. Ese es el tipo de comportamiento auténtico que da un camino también auténtico, en todo cuanto emprendamos.

Estamos sometidos a un juego malsano y perverso de medirnos si somos buenos o somos malos en esto o en aquello, de medir y poner cálculo a nuestro talento, inteligencia, ingenio e inventiva, en función de medidas incompletas.

Es común que le digan a un futuro genio del rock que no sirve para nada, que no llegará nunca a nada. Pero es la inclinación natural la que hace a las personas. Edison era un niño cuando tenía un laboratorio de química. Y quedó con una cojera, toda la vida, por su afición. Sin embargo, continuó siendo inventor hasta su muerte.

Arquímedes estuvo haciendo círculos hasta que le cortaron la cabeza. Y mira que el conquistador romano, avisó a sus soldados que no hicieran daño al gran sabio Arquímedes. Pero quién distingue a un sabio, dónde lleva escrita su sabiduría.

El camino literario es amplísimo, las temáticas y los argumentos, casi podemos decir que infinitos. Y las formas de expresión, usando un único idioma, son incontables. De la misma forma que no encontramos dos caracteres o personalidades idénticas, tampoco encontramos dos personas que escriban igual.

En el mismo sentido, encasillarse pensando que el mundo de la palabra se ciñe únicamente al mundo de los libros es una vana limitación. El mundo de la palabra escrita es muchísimo más amplio.