Tiempo libre
Antes de considerar el tiempo libre como las vacaciones que nos tomamos en nuestros espacios de descanso laboral, quiero considerar el tiempo libre en tiempos previos a la globalización actual.
Remontémonos 2000 ó 3000 años atrás. Cuál era el tiempo libre que tenían las personas. Era el tiempo libre que daban los periodos de descanso de la tierra. Eran tiempos libres donde el día terminaba cuando se iba la luz solar y llegaba el descanso nocturno.
El tiempo libre de las personas, hace 50 años, era el tiempo libre de quien aprovecha las noches para reparar aperos, para tejer cestos, para hacer trabajos manuales, quizás para seleccionar semillas.
Era el tiempo libre de quien no necesita viajar por el puro placer de viajar, sin ningún otro propósito que el de conocer y viajar. Cualquiera de aquellas gentes se preguntarían por qué conocer o porqué viajar.
Era el tiempo libre de quienes carecían de tiempo libre, porque siempre, todos los días, había infinitas cosas por hacer. Si tienes dos o tres cabras, no existe el tiempo libre. Si tienes un burro, tampoco tienes tiempo libre. Si tienes gallinas, gallo, gatos, perro, tampoco sabes qué es el tiempo libre.
Era el tiempo libre de las personas que dirigen realmente su propia vida. Comen aquello que cultivan. Si quieren comer queso, ellos tienen que hacer el queso. Si quieren comer pan, ellos tienen que hacer el pan. Siempre, en cálidos y en fríos días de todas las estaciones del año, había cosas por hacer. Hoy no se trabaja en el campo, pero ha salido el sol y pueden repararse las goteras del tejado. O puede limpiarse la chimenea. O puede encalarse la pared o los suelos de yeso.
El tiempo libre. Son palabras y conceptos surgidos del Estado del Bienestar. Conceptos muy jóvenes, en situaciones también muy jóvenes, poco consolidadas, que no han arraigado en los tejidos sociales de los diferentes espacios vitales como sujetos sociales.
La Humanidad siempre hemos tenido tiempo libre y vacaciones y tiempos de descanso. No hemos venido nosotros, hombres y mujeres del siglo veinte, a dar a la especie humana aquello de lo cual ya carecía.
Siempre ha existido el tiempo libre, incluso para aquellas madres y aquellas abuelas y aquellos padres y abuelos que tanto nos dieron la monserga acerca de lo difíciles y duras que fueron sus vidas, que nunca tuvieron tiempo libre, que nunca tuvieron acceso a la Educación gratuita, facilitada por el Estado, que sí reciben o recibimos sus hijos y sus nietos.
Parece que las vacaciones y los tiempos libres son una invención de esta sociedad actual, tan pluscuamperfecta, tan rematada y acabada en todo.
El tiempo libre siempre debe ir asociado a un camino libre, despejado, donde las personas pueden o podemos desarrollar libremente esa libre voluntad de vivir, entendiendo por supuesto de una forma pacífica ese poner en práctica la libre voluntad de vivir.
Cuando pienso en estas dos palabras juntas, pienso en su significado real, no contaminado, no manipulado, no como parte de una propaganda temporal. El tiempo libre es libre, por sí mismo, no como extremo de otro tiempo que no es libre. Hablar de tiempos presos o prisioneros, no tiene sentido, asociándolos a tiempos libres. Son como el agua y el aceite, no conviven juntos. O es de una clase o es de otra, pero las dos, al mismo tiempo, no pueden ser.
Estoy hablando en el abstracto que compone el significado del tiempo libre. Y desde ese espacio de teoría o ese espacio abstracto o de idea, expreso mi opinión propia de la teoría, señalando que el tiempo libre no es un tiempo para llevar cadenas, collares, grilletes, brazaletes de señalización. Si es libre, no puede ser prisionero. Y si es prisionero, no puede ser libre.