Temas de salud

Qué es, de dónde viene, cuál es el origen de esta dolencia que ahora se me manifiesta en dolor de estómago.

No lo sé, los médicos son los que saben. Y la verdad que no son muy dados a que los ciudadanos opinemos de temas de salud. Ni tampoco los temas de salud son hoy como pudieran serlo hace mil o hace dos mil años, donde apenas existían médicos o el médico más cercano estaba a cien o a doscientos kilómetros.

Entonces no existía la medicina como recurso público, extendido para todos, universal que ahora se dice, sanidad gratuita y universal para todos. Es un decir. Ahora no se deja que las personas nos podamos automedicar ni tampoco está la cultura sanitaria orientada a la automedicación sino orientada al negocio de la salud y de la enfermedad y de la muerte. Solamente están autorizados a hablar de salud quienes son médicos (y en sus horas de trabajo).

Es por esto que carece de interés que yo diga que la cultura sanitaria de occidente está basada sobre un castillo de naipes con un techo de paja. E igualmente carece de interés que yo diga que existe todo un nuevo catálogo de enfermedades. O que también diga que el espacio psíquico o psicológico es determinante para la creación, desarrollo y curación de dolencias ocasionales o crónicas.

Comprendo que la cirugía es necesaria cuando nos encontramos con recomposición de huesos. Comprendo que todo eso ha adelantado enormemente, realizando operaciones de todo tipo. Y no entro al debate de si hoy vivimos un abuso de la cirugía y de todos esos elementos artificiales.

Hoy vivimos una supuesta atención a todo lo que significa calidad de vida, buena gestión de nuestras circunstancias personales, entre ellas la calidad y buen funcionamiento de nuestro cuerpo, tenemos médico para todas las enfermedades inventadas y por inventar y numerosas farmacias que nos dispensan medicamentos que forman un gran arsenal de objetos y sustancias para recuperar y restablecer la salud.

Y como la salud está concebida como un negocio, como un mercado donde una gente adquiere productos y servicios a cambio de dinero, llegamos así a tener una idea completamente inverosímil de cómo es nuestro cuerpo y de cómo funciona. Y no es nada extraño, porque todos los días tropezamos con mil, dos mil, cinco mil ocasiones cotidianas donde nuestra salud es puesta en juego, a pesar de esa aparente seguridad y protección que las sociedades quieren suponer para sus ciudadanos.

Hilos por todas partes que conducen electricidad, ondas magnéticas por todas partes, ciudades atestadas de humos, alimentos enlatados y envasados en plásticos y, además, todo un ejército de personas malhumoradas.

En todo ese ridículo contexto, surge una gastroenteritis, una reacción del  sistema digestivo por expulsar lo que ha ingerido, de una forma violenta y dolorosa. La medicina oficial y pública me dice que tiene un origen puramente físico y que tras el episodio de varios días, remite, desaparece.

Pero no dice nada de las circunstancias psicológicas que lo han originado. El estrés. Y bajo el nombre de estrés queda todo un ancho mundo de orígenes o causas de una gastroenteritis. Un estrés. Y el estrés no es algo que llegas al médico, te sientas, te da una receta, te tomas el medicamento, te has quitado el estrés.

Es un estrés ocasional, bueno, no hay ningún problema. Pero ay como sea un estrés algo más que ocasional.

No importa, están los psicólogos y los psiquiatras.

Y me pregunto. ¿Ellos saben y entienden qué es todo eso que se reúne bajo el nombre de estrés?¿saben las soluciones y las respuestas para las personas que tienen ocasionalmente o permanentemente estrés? No sé.
   
Lo único que sé es que toca relajarse, serenar el estado de ánimo, aflojar las emociones.

Toca comenzar a mover el cuerpo, ayudarle a hacer cosas básicas, caminar, pasear, respirar, beber, tomar consciencia de las cosas que pasan dentro de uno mismo, como cuando sentimos el agua recorrer el paladar y llegar a la garganta.

O como cuando se siente el aire entrar y salir en el proceso de la respiración, poner la mano en el corazón y sentir o escuchar los latidos, incluso poner la mano en las tripas para escuchar esos movimientos que a veces hacen los intestinos para ayudar a la digestión de los alimentos.

Toca dedicar algunos pequeños ratos de poner música suave y, mejor con el aire libre y sin corrientes de aire, moverme con suavidad al compás de la música, más como un balanceo que masajea el cuerpo con ayuda del movimiento que como un acto de bailar o de distracción por el baile.

Bailar con los músculos del cuello, bailar con elevar los hombros, movimientos naturales de las articulaciones del cuerpo, pero realizados con una determinada velocidad, ritmo, también actitud. Es decir, sentirse también formando parte de esos músculos, huesos, partes del cuerpo que se activan o ponen en movimiento, al compás de la música. Diez, quince, veinte minutos pueden ser muy relajantes.

Actitud mental o psicológica de relajarme, de tomar una actitud distinta ante el sentido o percepción del tiempo, no tener prisa a hacer esto o aquello, con el objeto de dejar así que mi estómago vaya acostumbrándose a esta nueva situación y a iniciar.

Relajadamente, con actitud de hacer también las cosas sin prisa, hacerlas por hacerlas, sin buscar hacerlas en menos tiempo para después hacer otro género de cosas. No querer arrancar al día más de lo que el mismo día puede dar. Cambiar un poco la percepción del tiempo que dedico a cada cosa de la vida cotidiana.

Actitud relajada; tomar alimentos suaves, tomar un mayor cuidado en la cocina y en todo el proceso alimenticio, acostumbrar al cuerpo a que disfrute con la sensación de tener hambre, de sentir los olores en la cocina, entretanto se está preparando lo que después nos va a alimentar.

Desde el lado malo o negativo, padecer una gastroenteritis es un signo de alerta, de dolor, de molestias, de cansancio, que nos deja hechos polvo. Pero es al mismo tiempo, en el lado bueno, una oportunidad de darme cuenta qué cosas me producen rechazo, y ver que mi cuerpo responde como una reacción natural a las cosas que están sucediendo.