Nuestro Hogar
Muchas personas tenemos la firme convicción y creencia de pensar que nuestro planeta es un gran HOGAR para todos nosotros, que nos proporciona de todo lo necesario para la vida, dentro de los usos de utilidad y beneficio mutuo que, desde el primer asentamiento humano, hemos puesto en práctica.
En el mismo sentido, ha sido un HOGAR para todos nosotros, el contacto con nuestros semejantes, y en primer lugar con el entorno de nuestra familia, en sentido estricto y en sentido amplio. La familia es el primer contacto referencial de toda persona para aproximarse al conjunto de la sociedad.
Si nuestro planeta es un hogar, no vemos razón para percibir una realidad muy distinta, la de un planeta fragmentado, inconexo, con gravísimas irregularidades y desequilibrios, manipulado por la sociedad humana en su conjunto.
Nosotros mismos, con nuestras costumbres de producción y de vida, hemos firmado un progresivo alejamiento de los usos tradicionales con el medio natural, convirtiéndonos en una sociedad artificial, cimentada en muchas ocasiones sobre artificios no reales.
En este contexto, la educación de nuestros hijos y de las futuras generaciones, dentro de un clima muy preocupante de violencia, cobra una importancia radical, no solamente por la transmisión de valores, educación y cultura, sino por lo que comporta de supervivencia global para el conjunto de nuestra especie y por tanto para nosotros mismos.
Nuestro planeta es un gran hogar habitable, y muchos seres humanos sienten el desarraigo de no tener un hogar. Es una contradicción presente en todos los puntos y pueblos del planeta, y también tiene presencia en nuestra sociedad democrática, tanto en medios urbanos como rurales.
Tenemos el hogar a gran escala, que nos ofrece una oportunidad apasionante, viva y enriquecedora para compartir el fenómeno de la vida, con nosotros mismos, con el medio natural que nos proporciona la vida, y con el resto de la Humanidad que forma parte de nuestra especie y semejantes.
Por tanto, tenemos el marco físico que hace posible la realidad objetiva, diaria, práctica, razonada y autentificada con el hecho mismo de vivir; tenemos el componente básico y sustancial; tenemos el propio campo de pruebas, el laboratorio abierto y transparente de vida, identificado en todo un vasto mundo de circunstancias muy variadas, que interaccionan entre sí, y donde todo está relacionado con todo, desde las arenas del desierto a los helados fríos de los glaciares.
Así es nuestro hogar Tierra, en términos globales, un tejido físico, desarrollado con el hilo microscópico de la existencia, con vida, en el que existe un diálogo diario con la vida de la realidad y con la vida futura.
Este es el ritual mágico y cotidiano que vivimos, en el conjunto de la superficie terrestre, en cualquier punto del globo. Vivimos junto a la humedad del aire, y a la calidad y cantidad del agua. El medio natural forma parte de nuestra vida y de nuestro hogar, posiblemente más que en ningún otro momento histórico, porque ahora, más que nunca, nos hemos alejado de un entorno saludable y habitable, en el espacio más inmediato de nuestros hogares.
El fenómeno de rotación de la tierra, el cambio climático y cuantos otros fenómenos antes estaban reservados a los científicos, ahora nos resultan más próximos, cercanos, inmediatos, como una realidad que nos afecta en directo; desde esta perspectiva de convicción personal, como personas, ciudadanos, habitantes o pobladores, no nos resulta ajeno y tampoco nada extraño, sino un motivo constante de análisis, por el puro instinto de sobrevivir, también individualmente.
En el conjunto de la ciudadanía, y especialmente en estados de convivencia democrática, existe un interés creciente por todos los segmentos sociales por comprender y establecer un diálogo más habitable con nuestro medio natural, con incidencia directa en nuestra salud, calidad de vida y ejercicio de nuestros derechos civiles y ciudadanos, básicamente poder vivir y desarrollar nuestras existencias en paz, con el progreso de nuestro sistema democrático de convivencia.
Nuestro hogar, en el sentido inmediato de hogar o referencia física, tiene un solar en primera valoración. Un trozo de tierra que pisa y que convierte en hogar, el ser humano que pone en uso ese trozo de solar. En él, y de modo simultáneo al edificio de hogar que cada ser humano plantea, cuenta con un espacio inmediato, inherente a ese solar de vida.
Cuenta con árboles o con llanura, con tierra más seca o más húmeda, con vientos dominantes, con orografía del terreno, con masa vegetal y con vida animal, y todo esto forma parte también del solar de esa persona, aunque no esté comprendido en las fronteras de su propio hogar.
Su hogar forma un diálogo vivo con el medio natural del que forma parte, y la calidad de ese hogar, en términos físicos de medio natural, estará indisolublemente asociada a la vitalidad del medio en el que nuestro hogar está asentado.
En términos más accesibles para todos nosotros, hablamos ahora de la calidad del agua y de la calidad del aire, del fenómeno de cambio de temperaturas diurnas y nocturnas, por efecto de una mayor o menor humedad medioambiental. Hablamos del ecosistema específico en el que se asienta la vida de nuestros hogares, y de cómo ese ecosistema influye mucho más de lo que creemos o damos importancia en nuestra vida diaria. Influye en nuestra salud, en nuestro bienestar y también en nuestro estado de ánimo y en la calidad de nuestras emociones y sentimientos.
Todo Hogar es un experimento vivo de dar y formar la realidad de un hogar natural, con vida, que sirve como modelo y referencia para familias que quieren vivir de acuerdo con los ecosistemas naturales.