Valor y fuerza
La vida es tan así que da muchas vueltas, altibajos, encrucijadas. La crueldad de hacer leña del árbol caído, nada tiene que ver con la firmeza y la claridad. Espero que las personas, todas, en especial quienes conozco, puedan enfocar y dirigir sus vidas de mejor a mejor, que es realmente el propósito primero y último de la vida, el intentar conseguir una buena gestión, una buena calidad de vida, un conjunto de hechos y experiencias que nos permiten llevarnos un recuerdo agradable y satisfactorio de este tiempo de vida que vivimos.
Es mejor no tener que pasar o cruzar por según qué género de pruebas donde se pasa mal. También es verdad que, cuando se superan, se recuerda la sensación de salir victoriosos de una situación dolorosa y desagradable. Pero es mejor no tener que vivírselo. Llegado el caso, valor y fuerza. Y a relajarse y a no tomarse toda la guerra en una sola batalla, dosificando el esfuerzo de cada día, sabiendo que es una batalla a ganar en sucesivos días.
Los malos y los débiles momentos. A nadie nos gustan, pero si llegan es que han llegado. Son como fieras, como leones salvajes, que rugen y piden de comer. O les das de comer o te comen las fieras, a puro dolor.
Son esas situaciones en las cuales todo pasa a un segundo lugar y te agarras a los puntos más básicos de la vida, a la supervivencia misma. Lo demás, en estos momentos no tiene importancia. Pero sí la tiene sobrevivir. Es el llegar a situaciones límite. Puede ser por un fuerte estrés o puede ser simplemente por un cúmulo de circunstancias que generalmente suelen ir asociados, de origen psíquico y de origen físico.
Hay circunstancias de la vida que no son asumidas, que no son aceptadas. Forman parte de la experiencia. Son traumas psicológicos, fruto de injusticias, situación traumática que nos ha tenido como víctimas de algo o de alguien. Después del transcurso de esas experiencias, algo se desencadena en nuestro cuerpo, que no es propiamente el algo de una enfermedad naciente o en desarrollo sino simplemente el haber entrado en una situación de gran desequilibrio o estrés, en la cual necesitamos mucha fuerza para volver a sentirnos en nuestro eje vertebral, pero curiosamente esa fuerza que necesitamos se la lleva el dolor o el sufrimiento de la situación o situaciones que acabamos de vivir.
De estas experiencias, pienso que es bueno tener fe en nosotros mismos, en nuestra capacidad de autocuración. El pensar con auténtica convicción que poder es querer y querer es poder, que si queremos es que podemos. Solamente esta autoconfianza en nosotros mismos, es capaz de remover fuerzas en nuestro interior que ayudan a despertar la curación de nuestro cuerpo (y por supuesto también de la mente).