El fenómeno de la familia

El fenómeno de la familia es un fenómeno muy amplio de la vida humana. Muy amplio, pero también muy aleatorio. Y también muy básico.

Puedo sonar a dogmático, pero creo que la familia es un fenómeno también básico, fundamental, del ser humano. Y no lo digo ya frente al hecho de qué familia es la familia natural con la que venimos al mundo sino al hecho global de ser familia o de hacer familia con el conjunto de la sociedad y, en particular, con las personas que nos encontramos en el largo y ancho de nuestras vidas. No se usa el término familia para referirnos al término sociedad, pero hemos de concebir que la sociedad actual ha ido cambiando mucho y también ha ido cambiando nuestra percepción y nuestra realidad.

No tienen apenas nada que ver las familias del siglo XXI con las familias del siglo X, hace mil años. Y tampoco tiene mucho que ver las formas de ser y de vivir de la sociedad actual, frente a la sociedad de hace 1000 años.

El concepto de familia ha cambiado. También es verdad que la vivencia familiar es un fenómeno muy anterior al concepto de qué es una familia.

Si nos ponemos en la situación de una sierva del siglo doce, que da a luz a una niña o a un niño ilegítimo, fruto del derecho de pernada del señor feudal, nos situamos en otra realidad muy diferente de la realidad que va abriéndose camino, como concepto, a lo largo del pasado siglo. La realidad de que las personas formamos una familia, por el amor que nos sentimos una mujer y un hombre y los hijos e hijas que nos puedan venir, a quienes queremos ayudar a vivir en su futura existencia. Sobre el papel, todo parece muy bonito, pero antes que la familia existe la concepción, la gestación y el parto. Y un bebé, desvalido, que necesita de una crianza, de una educación. Y vengo ahora a recordar los distintos modelos familiares, incluso el de las familias extendidas, de muchas personas dentro de un mismo hogar.

Asimismo, hemos considerado habitualmente que las familias son una cuestión privada, en donde el Estado o el conjunto de la sociedad no debemos intervenir, porque sigue siendo un asunto privado, uno de los puntos intocables de nuestra idea de Democracia, en el transcurso de los dos últimos siglos.

Soy un firme defensor de la familia, de la verdadera familia, que no de las imitaciones de familia.

La familia es importante. Venir al mundo con una buena familia, en cierto sentido es como venir con un pan debajo del brazo.

La familia es importante, pero si la familia que nos toca en suerte está desteñida, destejida, desestructurada, tampoco hagamos un abismo de todo esto.

Muchos niños y niñas vienen con familias terribles al mundo, en África y en todos los demás continentes.

Y el mensaje inequívoco para todos ellos es que no están condenados a vivir entre los malos comportamientos. Tienen una posibilidad de vida, una oportunidad de vida, también ellos, que han contado con malas familias.

Puede ser el ejemplo de muchos niños africanos o puede ser el ejemplo de personas que he conocido o que conozco y a quienes tengo un vivo afecto.

O tantísimos ejemplos que son tan normales, tan habituales, tanto de las viejas familias anteriores a esta democracia de 1978 como de las familias que posteriormente han ido formándose.

El mensaje a todas esas personas que han vivido malas experiencias familiares, es el mismo. Ustedes pueden. Ayuden a hacer desaparecer los traumas que pudiera ocasionarles vivir en esos entornos contaminados y ábranse a la vida, con voluntad y con valor.

En ocasiones, puede suceder que, en sueños, llega alguna pesadilla. Pues no pasa nada, si sabemos aceptarlo y encajarlo de buena fe, de buena voluntad, con ánimo de superarnos también en nuestras vulnerabilidades o sensibilidades familiares.