Día de la Madre
Las madres de monumento tienen un algo inconfundible, de maternidad por términos universales, derramada con ansia de ser madres, obesas y celulíticas madres, flacas y vitalistas, madres todas ellas, con ese algo irrepetible, de complacerse en este extraño fenómeno de ser madres.
Las madres monumentales tienen un algo de Bellas Artes, de artistas del cincel, labrando el inconfundible amor de las buenas madres.
Nacen, crecen, viven para los hijos y el padre de los hijos, ordenan el desorden, cuidan los horarios, la educación y las buenas costumbres, nos llevan al médico y nos hacen la comida. Son madres a tiempo completo, no cierran, ni tampoco se cansan de ser madres.
Las madres verdaderas y las madres de pega o de plástico, no tienen carné de madres, pero ejercen todas ellas. Unas, las verdaderas y convencidas, de buena gana. Otras, las disidentes y las arrepentidas, a regañadientes. Más aquellas que fueron a ser madres y se quedaron a mitad de camino.
Por estas nobles madres verdaderas, hemos dado nuestros primeros pasos de humanidad, en la niñez nunca olvidada, las lentejas y el pollo de los domingos, las novelas radiofónicas y los grandes mercados donde compran las madres, la casa de los abuelos en las grandes fiestas y celebraciones, el celtas largos y el cortado de café del abuelo Joaquín.
Por estas mismas madres y la zapatilla que nunca nos alcanzaba, nuestras rebeldías adolescentes, el instinto de libertad hacia un mar azul, el gobierno de uno mismo en la república juvenil de los sueños, las ilusiones, los deseos de vivir.
Son inconfundibles estas madres de bata y zapatillas, tortilla de patatas, suaves inquisidoras de la limpieza y del orden, con su definido perfil de madres auténticas, madres por destino, para toda la vida.
Son madres que inspiran la maternidad en sus hijas, que continúan la costumbre de hacerse madres y seguir el hilo de las generaciones, creando población para un planeta azul.
En resumen, iba escribiendo que las madres verdaderas tienen un algo inconfundible, ancestral, mamario, indestructible, poderoso como el amor de una madre; son estas mismas madres que derrochan amor por todos sus flancos y costuras, las mismas que comparten, con sus hijos, ese algo que no tiene palabras, instintivo, maternal, efervescente.