Pueblos abandonados

De ruta por la provincia de Salamanca, viajamos hasta el pueblo de Salvatierra de Tormes, a unos 45 kilómetros de la capital, en dirección carretera de Béjar, al lado mismo de la A-66 con dirección a Cáceres y la N-630.

Salvatierra de Tormes, un pueblo que nació bajo el amparo de un río y que se desarrolló en tiempos de la repoblación, en la Alta Edad Media.

Situación estratégica. Salvatierra, lugar donde los fugitivos pueden encontrarse a salvo, en tierra salva, en la frontera de dos demarcaciones, Alba de Tormes y Salamanca.

Salvatierra de Tormes, un pueblo que ya indica, en su toponimia, de qué va su nacimiento, en unos tiempos donde es más fácil estar en el lado equivocado de la ley: en el lado de los perseguidos y de los fugitivos.

Pueblo también de gentes nobles, uno de ellos un hijo ilegítimo de un rey poderoso, Alfonso X El Sabio. Pueblo de importantes rentas. Y un pueblo con una importante judería que contaba también con una sinagoga. Donde había blasones y nobles, había también un judío, en especial en una tierra salva o Salvatierra.

Este pueblo que tenía casi 700 habitantes en el año 1900, hoy tiene 64 vecinos y la mayor parte de sus casas están completamente destruidas. Sin embargo, el intento constante de los pocos vecinos que aún viven en Salvatierra de Tormes, hace que tenga un algo especial, que mezcla la pizarra con las ruinas del Castillo de la Mora y con un embarcadero que desemboca en todo y en ninguna parte.

Qué pasó. Pues que la suerte de vivir junto a un rio, se transformó en desgracia. Y este río, el Tormes, afluente del Duero, con la llegada del Gran Progreso del Siglo XX, con el Embalse de Santa Teresa, desencadenó la expropiación por parte de la Confederación Hidrográfica del Duero ¡y adiós con todo! un pueblo abandonado.

Pueblo bonito con historia, en un paisaje idílico. Todas las fuerzas de la naturaleza parecen aliarse para que las gentes vivan felices, contentos y en paz.

Pero vino un chiste con moraleja. Un río, el Tormes, se transforma en embalse o pantano. Los expertos calculan que el pueblo quedará anegado por las aguas. Los cálculos equivocan. Nunca las aguas subirán tanto como para inundar el pueblo.

Una parte, bajo el agua. Y otra parte, expropiada, abandonada y ahora restaurada parcialmente. Esto puede verse en una calle cuidadosamente empedrada que conduce a un arco de piedra.

De tal belleza rústica es el pueblo que sirve de marco a reportajes fotográficos de moda y complementos, de paisaje también a reportajes de bodas. Un pueblo con algo. Con algo especial.

¿Cómo puede haber belleza entre tanto abandono y desolación? Aunque parezca increíblemente, sí que se ve por todas partes. Debe ser el poder de la primavera.