Abuso de la fuerza

En demasiadas ocasiones, las personas y también las sociedades o grupos humanos, vamos creando unas condiciones ridículas con nuestro alrededor. Nuestra especie es muy aficionada a este tipo de comportamientos.

No nos limitamos a ser tan depredadores como lo puede ser un gran carnívoro sino que, además, talamos bosques, creamos paralelamente parques nacionales, nos montamos una película para borrar nuestra mala conciencia. Pienso que no hace ninguna gracia a los antiguos pueblos el ver aparecer nuestros signos de civilización. Quien llega hoy con el signo del conocimiento y de la civilización, pero mañana vienen cien, mil, diez mil como esa misma persona, con muchas peores pretensiones. Les importa un bledo si aquí vivíamos tranquilos. En adelante, hemos de vivir con la locura de esas personas.

Antes, hace doscientos años, las gentes podían vivir ese tipo de aventuras, en tierra de nadie. Nadie te iba a pedir explicaciones si estás en el siglo diecinueve y liquidas a veinte apaches. Igual te daban una medalla. Tampoco nadie iba a colgarte si llegabas a Sudamérica y liquidabas cien aborígenes. Si total, no tienen ni un censo o un registro de nacimiento. Si no existen, nunca han podido morir.

Cuando un millón de personas usan el ferrocarril, debiéramos saber las vidas humanas que ha significado ese ferrocarril. Cuando unas gentes disfrutan de una central nuclear, deberíamos saber de las miles de vidas que se ha llevado por delante, de forma invisible, esa central nuclear. Pero la gente no queremos ver esas cosas. No nos interesa verlas.

Siempre ha existido una rebeldía contra el sistema, pero no es normal que el día a día esté lleno de modas antisistema. Pero es un juego de intereses donde, si tenemos a la población dividida entre cien problemas diferentes, en algún sentido deja de ver los verdaderos problemas que tienen.

Yo estoy de acuerdo con cualquier actitud en la vida que sea pacífica, pero hay muchas cosas que vemos como pacíficas y no lo son verdaderamente. El fabricante de galletas que utiliza sustancias tóxicas es alguien tan peligroso como el gran narcotraficante que envenena a la gente con sustancias que les llevarán a la tumba en unos pocos años.

En definitiva, es cuánto llevas en tu mente metido que te hace pasar por alto que lo que haces no es bueno ni justo para otras personas. Pero si estamos hablando de petróleo, de diamantes, los intereses de la justicia pasan a un segundo plano. Si tenemos que eliminar a un pueblo, entonces lo eliminamos.

Este tipo de actitudes de violencia o de abuso de la fuerza, en demasiadas ocasiones también las ponemos en práctica de forma individual. Los intereses particulares también se entrechochan. Por ejemplo, seguramente muchas religiones y grupos de opinión querrían acólitos fieles, estarían dispuestos a cualquier cosa para conseguir su adhesión. Y a esto voy, imaginemos que tenemos un amigo que es creyente de una religión. Si esa persona es libre, no diremos nada, es su forma de vida, tan respetable como si quiere ser punkie, heavy metal, rapero, practicante de la santería. Es su vida.

Ahora bien, si esa persona tiene su movida mental muy metida dentro, entonces diremos que esa persona es fanática. Vive por y para su propia historia mental. Hay mucha gente así. Quizás no a los diez años, pero sí después en la vida. Se hacen inflexibles respecto a sus creencias y por narices tienes que pensar como ellos o estás fuera de su mundo.

Nos gusta solamente ver nuestro propio punto de vista. Y en la actualidad, mucha gente desarrolla su propia locura dentro de estructuras sociales que también tienen el punto de vista distorsionado.