Maneras de escribir
Intento fortalecer y dar bases y fundamentos a la vocación literaria, para que una actividad presuntamente pasajera o caprichosa o efímera, la actividad de escribir, se convierta en una costumbre cotidiana que acompaña durante el resto de la vida, una actividad de la que cada nuevo día se consiguen extraer nuevos aprendizajes, nuevas esencias, nuevas alegrías, nuevos avances en el supuesto camino plano de la literatura.
Creo que no existe nadie que te dé el título escritor, sino que tú mismo, con tu voluntad, eres quien decides si eres o no eres escritor. Pero además es que existen muchas formas de concebir eso que haces. No es el hecho de escribir sino qué escribes y cómo lo escribes, lo que de verdad cuenta.
Es verdad que cada persona que ejerce la profesión de escribir, lo hace de una particular forma de ser. Escribir es además un mundo mucho más amplio que el puro mundo de los libros. Desde hace un par de siglos, se han ido popularizando y extendiendo otros muchos mundos de la palabra que van mucho más lejos que el puro mundo de los libros, y en concreto de los libros editados en soporte de papel.
Quizás no es propiamente un escritor quien todos los días debe escribir una página de un diario de gran tirada. O quizás no es propiamente un escritor quien tiene que escribir los diálogos de una serie de televisión, pero su medio de vida son las palabras. Y son ellas, las palabras, las que le dan de comer. ¿Son escritores todas las personas que trabajan con las palabras?.
Yo creo que sí, porque ya no podemos hablar de escritores en sentido estricto a quienes escriben libros. Existen otras muchas formas de ser escritor sin llegar a la edición de libros, pero sí es muy común que toda persona que trabaja fuera del mundo propiamente de los libros acaba haciendo una (o más) obras editoriales, como un fenómeno natural de su trayectoria.
Por tanto, podemos ver una correlación directa entre vocaciones y objetos y, asimismo, podemos ver que quien dedica toda o la mayor parte de su vida al mundo de la palabra, en uno o en otro sentido liga su vida a la vida de libros, bien de los libros que lee o bien de los libros que escribe y publica.
Podemos así también decir que la historia de los libros, los cambios que en ellos se va observando, corre también paralela a las vocaciones de quienes escribimos o queremos escribir en este siglo veintiuno.
Nos ponemos a escribir. Y en concreto a escribir de literatura, de una historia o relato inventado, literario, que quiere convertirse en libro. Queremos una buena historia. Y queremos contarla con esa mecánica necesaria que necesita un texto para ser aceptado y reconocido por los lectores. Es decir, queremos una historia con lectores. Ellos son los destinatarios, junto a nosotros mismos, del texto que previamente hemos escrito.
Al margen de este proceso comercial, en nosotros mismos, este libro también ha servido de algo, quizás para conocernos un poco mejor. ¿Por qué hemos escrito de esto y no hemos escrito de aquello? Son preguntas que a veces obtienen respuesta de nuestro propio proceso personal de conocimiento, de conocernos a nosotros mismos.
En algún sentido, esto existe también en el fondo de muchos escritores, autores teatrales, ensayistas, pensadores, etcétera. Esa búsqueda personal que busca expresión dentro del mundo de las palabras, pero en ocasiones también fuera de ellas, en el amplio mundo del arte, de la búsqueda personal fuera de las palabras, en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, en la música, en el teatro, en el cine, en la radio incluso, en los nuevos productos de expresión artística.
Por tanto, nos remitimos al escribir porque también nos aporta un beneficio personal, de conocernos mejor a nosotros mismos, también a través de aquello que escribimos.
Dejo ahora aparte la automotivación y el placer de escribir. Entro a lo que es la organización del trabajo. Esto es algo personal, como todo. Cada persona se lo monta a su manera.
Existen personas que se lo hacen de forma anárquica y supuestamente espontánea, de crear textos por el proceso de escritura libre y seguir la espontaneidad del presente. Yo no tengo nada que decir, pero la realidad me indica que generalmente son textos monoplanos, de un solo plano de lectura, que entras en un discurso interior, intimista.
Es como la retransmisión en directo de un Gran Hermano pero desde la perspectiva personal de la persona que escribe. Puede estar bien para un texto pero no para todos los textos. Creo que un libro ameno y entretenido necesita de varios planos, es decir, situar a los lectores en diferentes contextos, tener la capacidad de atraerles al interés de lectura, de qué está sucediendo y qué va a suceder en la siguiente página.
Hay personas que escriben libros sin documentarse de lo que escriben. Otras personas reúnen documentación sobre lo que están escribiendo. Y existen otras que acaban perdidas entre la documentación y al final no escriben lo que pretendían escribir.
Cuál es el equilibrio de todo esto, creo que es el organizarse de acuerdo a la necesidad que cada uno tenga, y de acuerdo con la personalidad que cada uno tenemos.
¿Es importante la tarea de fabricar un argumento y de organizarlo y de documentarlo? Depende, según el tema y según también el enfoque o perspectiva que cada persona tenemos de escribir. Realmente es que no se pueden hacer comparaciones, porque también en el fenómeno de escribir o crear historias o literatura, cada persona somos diferentes, cada persona es única.
No sé, creo que cualquier tema creador, sea crear literatura o crear cualquier expresión del arte, es un tema muy personal en el cual existen terrenos no opinables, no dados a la opinión. No le puedes decir a una persona que le gusta escribir sobre temas personales que busque temas científicos o históricos o paisajísticos. Y no le puedes decir a un amante del derecho que escriba sobre ovnis, porque es un tema que no le suscita interés.
En mi caso particular, lo importante es la esencia universal que impulsa a crear, que se traduce en un texto y también en espacios de música, en el sentido amplio e integral de lo que significa sentir la palabra y sentir la música.