Teorías de vida
Tener fe en nosotros mismos, qué importante para los momentos difíciles.
Filosofías de vida, dime cómo vives y te diré cómo eres. Cuánto han cambiado las formas de pensar y las mentalidades de las gentes humanas de hace 4000 años, comparadas con las mentalidades que hoy tenemos y que usamos, por habituales, en todos nuestros momentos del día o de la noche.
Formas de vida, modelos de pensamiento. En apariencia, no tienen importancia de ninguna clase, porque son invisibles a la vista, pero sí que son importantes porque definen nuestros patrones habituales de comportamiento. Dime cómo piensas y te diré cómo eres.
Tomar con buen humor a la vida, y tomar un poco de conciencia de lo que significa tener esta oportunidad de ser humanos.
Porque es una oportunidad única, de las que no sabemos si pueden presentarse dos veces. Tenemos una sola oportunidad de vivir, creo que es inteligente el intentar no desperdiciarla.
Creo que la mejor teoría es la que tú mismo llegas a vivirte con la práctica, con la vivencia directa que se demuestra, que es demostrable, a través de los vivos hechos de la vida.
Creo que mis teorías vienen forjadas por ese espacio de práctica, del pensar aquello que pienso porque tengo la garantía de saber que es verdad, que es algo vivido, por tanto experimentalmente cierto.
De esa experiencia, me viene pensar que habitamos en un mundo maravilloso, incógnito, desconocido, con nuevas y crecientes sorpresas, que guarda misteriosos secretos reveladores de nosotros mismos, nuestros orígenes, nuestro destino, nuestro porvenir.
Esa misma experiencia, me demuestra que la percepción con la que enfocamos nuestra vida diaria, es significativa a la hora de definir la calidad de nuestras acciones y en algún sentido también la calidad de nuestras circunstancias.
En este mismo sentido, esta misma experiencia te pone frente a frente con la persona que eres de verdad, cómo actúas en tus circunstancias diarias, cómo te defines, cómo vives.
Cuando la calidad de lo que haces es sincera, noble, sin impurezas y sin esclavitudes, aquello que ven tus ojos y aprecia tu mirada, es normalmente bueno, que te permite saber observar también lo bueno de la vida y no solamente las cosas malas que ocurren en demasía.
La vida de nadie es un valle alfombrado de pétalos de rosa, pero sí es un campo verdadero de oportunidades, que es después tu buena o tu mala gestión de vida, quien condiciona y va tomando caminos de práctica.
El espectáculo vital de nuestra vida, el real, de qué haces, qué vives, no ya para hacer un libro o dar un discurso a nadie sino de cara a ti mismo, de preguntarte cómo llevas la vida, tu propia vida, si bien, si regular o si decididamente mal.
Y si puedes cambiar en algo, para que sea mejor, preguntártelo también. Yo hago esto a menudo, sin fastidiarme la cabeza, pero sí el preguntar al mejor amigo que tengo, que soy yo mismo.
A veces no queda sino como única opción el mirar hacia adentro de nosotros mismos y tomarnos primero como buena compañía y después por la mejor compañía, nosotros mismos.
Conocerse a sí mismo. Una costumbre habitual en los pueblos de la Grecia Clásica. Y en tantos pueblos preindustriales.
Pensar con el directo de la vida, sentir la lluvia, el sol, el viento. La proximidad de las estaciones del año.
Llevamos varias décadas que hemos ido construyendo murallas de comodidad, asientos de una mejor calidad de vida que es un producto directo de todas esas otras cosas o recursos que existen libremente en los campos y tierras. Un televisor de plasma que es resultado de minerales y recursos contenidos en la tabla periódica de los elementos.
En nuestras fortalezas o casas, nos creemos indestructibles. Pero vivimos aislados.
Vivimos aislados del mundo y por tanto aislados de nosotros mismos.
Pero aislados porque creemos que estamos por encima de los árboles, de los insectos, de los pájaros, que somos nada más que estrellas famosas, gente importante, gente indestructible que no conoceremos la enfermedad, la vejez, la pobreza, la miseria, la muerte.
Nada nos afecta en nuestros indestructibles muros de comodidad del siglo veintiuno.
Es indudable que para las personas que así viven y así sienten, el conocerse a sí mismos es una tarea de aceptar el lado práctico de la gestión de vida. Es decir, si te vives una hipocresía social, pero te va bien, da gracias y continúa.
Algún día, también morirás como todos los demás. Pero mejor que seas viejo y te hayas llevado una larga y fructífera vida de hipocresía social.
Es decir, de acuerdo con tus circunstancias has intentado la mejor gestión de felicidad para tu propio destino.
Quizás no has podido elegir a muchas personas de tu entorno y muchas de tus circunstancias son o crees que han sido condicionadas, que tú no has podido intervenir y que eran previas, pero aún con todo eso, has realizado una satisfactoria gestión de vida, donde el pequeño coste de abundante hipocresía social, no importa, siempre y cuando te la sepas llevar con buen humor, por supuesto, sin buscar ser una perfección humana y de ciudadanía.
Conocerse a sí mismo es, en algún sentido, incompatible con el apego a las riquezas materiales.
Es indudable que necesitamos comer todos los días y que quien no tiene un techo en invierno es posible que se congele de frío, pero la pregunta es cuántas de las cosas que usamos en nuestra vida diaria son realmente necesarias.
Tener riquezas materiales no te esclaviza. Sí te esclaviza si ves a tus riquezas como ataduras que te esclavizan. Entonces sí eres un esclavo.
Y aun así, si estás de acuerdo con esa circunstancia y has intentado la mejor gestión dentro de tus límites, en lugar de quejarte, sácale brillo a los grilletes.