Mis amigos
Soy amigo de quien puedo ser amigo. No exijo ni obligo ni pido caer simpático; ni ser afín, ni que la amistad dure, ni que sea intensa, ni que sea una amistad de éstas inolvidables y para toda la vida. Descarto hacerme conjeturas con ninguna persona. Recibo lo que me dan y doy lo que yo tengo. Comparto con quien quiere compartir, nada más. Estoy con quien se siente bien conmigo y no estoy con quien mi compañía no le gusta.
Mis amigos, son pocos. Para mí son buenos. No tienen recambio. Son únicos.
Los que serán, no lo sé. Pero seré de la misma forma que soy, si bien nunca puedes decir cómo es una amistad, porque no existen dos relaciones iguales.
¿Cómo soy con mis amigos? Con ellos dejo las rivalidades, las competitividades y las tonterías, a un lado. Los amigos son intocables, sagrados para mí.
Con mis amigos hago lo que no hago con otras personas, que es pasarles por alto prácticamente todo. ¿Por qué? Porque son mis amigos. Con mis amigos paso de pensar si hacen bien o mal porque lleven zapatos de colores o los lleven negros o blancos; si a ellos les gusta, a mí me parece bien. Con mis amigos paso de aconsejarles, porque no deseo que mis amigos se parezcan a mí, ni yo parecerme a ellos. Me gusta que ellos sean y sigan siendo como son y yo seguir siendo como soy.
¿Cómo son mis amigos? Leales, de confianza, estables.
¿Son perfectos? No, ni yo tampoco lo pretendo. Pero son mis amigos y yo les quiero.
Y cuando dejan de ser mis amigos ¿discuto con ellos? No, para nada; respeto tanto cuando quieren ser mis amigos como cuando no quieren serlo.
La amistad es uno de los grandes regalos de la vida, y doy continuamente las gracias por poder compartir sentimiento con otras criaturas, humanas o no humanas. La amistad, qué grande y qué hermosa, qué tesoro de incalculable valor, qué paraíso por descubrir en cada bendita relación.