Suerte y destino

La suerte, el destino, la naturaleza de cada persona y sus circunstancias, cuatro cimientos de vida con los que ésta va haciéndose, experimentándose. Si viniéramos a un mundo pacífico, sería todo mucho más fácil. Pero el mundo al que hemos venido a vivir no es pacífico y tampoco vive en paz.

El planeta sí vive en paz consigo mismo pero el alma colectiva del ser humano vive en guerra prácticamente desde sus comienzos, en un tejido de guerra y paz y treguas y nuevas guerras y nuevas treguas.

Siendo preocupante e inquietante la situación, tanto por los conflictos globales como por los conflictos históricos o que la historia ha venido a demostrarnos, desde mi punto de vista es mucho o muchísimo más inquietante y motivo de preocupación el cómo somos en nuestras cortas distancias.

Me interesa saber cómo somos en la corta distancia de nuestras vidas diarias. Llegamos a estos puntos y nos encontramos que existe mucha más violencia que la que podemos encontrarnos en una guerra formal y declarada, con la salvedad que esta otra guerra que desempeñamos todos los días es una guerra informal, no declarada.

Venimos a un mundo en paz o venimos a un mundo en guerra. Venimos a un mundo pacífico o venimos a un mundo violento. Esto es básico, fundamental, para el hecho también fundamental del sobrevivir o del no sobrevivir.

Somos capaces de analizar los hechos que sucedieron hace quinientos años, hace mil, dos mil, tres mil, pero no somos capaces de discernir y valorar qué sucede en los tiempos en los cuales nosotros vivimos, nuestro tiempo.

Es normal. Es de tal calibre la sobrecarga de mentira y engaños que es normal que vayamos con la mente llena de percepciones engañosas que distraen y solapan nuestra inteligencia.

En otros tiempos pasados, existieron arquetipos o modelos de comportamiento que son vendidos en la sociedad actual como modelos a seguir.

Ponemos el caso de un hombre que se deja crucificar con el objeto de demostrar que no es necesario quitar la vida a nadie para vivir de acuerdo con las verdades primarias de este mundo.

Ponemos el caso de todos sus seguidores, que fueron martirizados durante siglos y acabaron sus vidas, la mayoría de ellos, en plena juventud, como los buenos rockeros y tantos grandes artistas del siglo veinte, muertos entre la psicodelia, la heroína, tantas nuevas religiones del siglo veinte.

Tenemos los ejemplos de quienes han dado su vida por causas nobles, justas. Bien, hermoso martirio. No me hace ninguna gracia pensar en las horas que San Lorenzo estuvo quemándose en la parrilla.

No me hace gracia sentir los quejidos de dolor de Jesucristo, al recibir los clavos y sentir el martillo clavarse en la palma de su mano. No me hace gracia oler la carne quemada de Juana de Arco, en la hoguera.

Tampoco ver la cabeza rodar de alguien decapitado. Cada muerte es una afrenta. También lo era en tiempos de aquellos hispanos de los que los romanos nos hablaban, los montañeses, que sacrificaban caballos y prisioneros a sus dioses. No me gustan los sacrificios. No me gusta la humanidad que sigue haciendo sacrificios. Y en ningún caso me gustan las humanidades que no intentan vivir en paz y que no intentan ser pacíficas.

Sin embargo, la realidad es la realidad, este mundo es violento, en lo global y en lo particular, en la larga distancia y en la corta distancia del vivir cotidiano. Admitámoslo, es así.

Cerrar los ojos a la realidad no implica que esa realidad deja de existir. Es más inteligente abrir los ojos y reconocer la verdad. Y ya con esto, a partir de aquí, hablemos de lo que hayamos de hablar, pero este primer punto queda suficientemente sentado.

Porque nuestro comportamiento va regido con esto y esto es importante. Cerramos la puerta de nuestra casa. No significa que somos peores personas; significa solamente que vivimos en un mundo violento, nada más. Si dejamos la puerta abierta, invitamos a los ladrones a entrar por ella. No seamos ingenuos por tanto. Seamos realistas con el mundo y la realidad en la que estamos viviendo.

Bien, he aquí el mundo que vivimos. Cuatro conceptos: suerte, destino, naturaleza y circunstancias, van parejos con ese mundo, también tienen en cuenta que no vivimos en un mundo en paz y que es dentro de estas coordenadas o parámetros básicos en los cuales nos hacemos la vida, las mismas coordenadas que forman nuestros pensamientos e inquietudes, el sendero o el camino de nuestra existencia, si es que tiene un camino. Yo creo que sí lo tiene; toda persona creo que tenemos un camino.

¿Qué traza nuestro camino de vida? Al nacer, son nuestra naturaleza individual y nuestras circunstancias. Y con el transcurso de nuestra vivencia, de nuestra propia participación, intervendrán la suerte y el destino, si tienen que intervenir.