Un poco de historia

Lo interesante de esa búsqueda de significado para el nombre de un pueblo manchego, no está en la propia búsqueda sino en lo que va creando la imaginación de quien busca conocer.

En unos tiempos de fronteras cambiantes y coronas de reyes que cambian alegremente de cabeza, la vida de las gentes medievales era dura y de pocas fiestas. Si no te sacudía el señor, te sacudía el enemigo del señor.

En aquellos tiempos, tal vez parecidos a los actuales tiempos, otro Abderramán, primer califa de Córdoba, se distinguió por dar oportunidades a judíos y cristianos que no eran habituales en las intrigas palaciegas de unos nacientes reinos cristianos que unen un mucho de orgullo a un poco de derrochar fuerzas.

En este paisaje, también un pueblo manchego es protagonista de unos señores mercenarios, además de embajadores, que trabajarán en el ejemplar del Dioscórides que el Emperador de Bizancio regaló al califa Abderramán.

¡Qué tristeza! Córdoba, la joya dorada del conocimiento andalusí, y nadie conoce el griego antiguo para traducir el Dioscórides, tratado de plantas y medicina de fitoterapia y biología.

El monje Nicolás y el secretario de Abderramán, el judío Shasday Shaprut, salvarán la situación. Al punto que aquel libro dio lugar a la primera Academia de Medicina de Córdoba.

¡El poder de un libro!

Yo creo que estas cosas no tienen edad, no son temporales. Si pudieron vivenciarse en tiempos de Trajano, también son posibles en tiempos de Mariano Rajoy, Puigdemont y Susana Diaz.

Que no es lo mismo, no importa. De un plátano, nunca nos comeremos la cáscara. Aquello que no sirve se desecha y, si no hace interferencias en el pensamiento, entonces es que cualquier incidente es residual.

O dicho con estas otras palabras, creo en la capacidad humana para resolverse los propios asuntos y encontrar el mejor camino de vida.