Kilómetro Cero

La propia vivencia con el cáncer, en la forma de un fibrohistiocitoma maligno, me ha presentado dura batalla durante los dos últimos años, con el reciente resultado de una amputación.

Frente a la pérdida de una extremidad a la altura del húmero, estoy dando los primeros pasos de encontrarme un muñón donde antes disfrutaba de un brazo y una mano.

Soy novato en este nuevo mundo, tanto en el propio de vivirme esta gran aventura, como en el familiar y universal de vivir todas las amputaciones, en plural, de los 30.000 valientes, en cálculos estimados para España, que somos personas amputadas.

Mi inexperiencia es total. Muchas acciones cotidianas que antes resultaban simples y fáciles, se han convertido en un ritual de supervivencia y habilidades corporales. El mundo y la vida, vistos desde un nuevo centro de gravedad y nuevos puntos de equilibrio.

Cometo errores, torpezas, pero sigo apostando por la autosuperación.

Me acostumbro a esta nueva versión de mí mismo que da comienzo en ese día en el cual, por fin, salgo por la puerta grande de un hospital.

He superado una grave prueba y el futuro está lleno de incertidumbres.

Estoy amputado, liberado de cáncer. El reloj de la vida parece haberse puesto en kilómetro cero.

Me siento agradecido, hacia todo y hacia todos. El dolor o el miedo que haya podido invadirme, ahora carece de importancia.

He salvado la vida. O mejor dicho, me he salvado por los pelos.

Doy las gracias por estar vivo.