Soledad y compañía

La vida de los seres humanos, nuestras vidas, son muy distintas, pero todas tienen una serie de rasgos, grandes rasgos en común. Uno de ellos es que no vivimos solos, no convivimos solos, toda nuestra vida es un contacto permanente, positivo o regular o negativo, entre nosotros y todo el conjunto de las personas con las que interaccionamos en el transcurso de nuestra existencia.

Vivir solos. Vivir la soledad. Cuál es la soledad que acompaña a cada ser humano. Qué llamamos o qué entendemos por soledad. Es un tema de fuerte calado, pero en fondo viene a significar (1) la soledad es una condición que nos acompaña al nacer y al morir, nadie nace por nosotros mismos, nadie muere por nosotros (es un sentido más filosófico que real de la vida, pues igual que podemos decir esto, también podemos decir justamente lo contrario, en el sentido de que ni estando solos estamos realmente solos o en soledad).

Viene a significar también (2) que nacemos de un hombre y de una mujer y que el hecho de existir, de tener vida, es en algún sentido el producto o resultado de una primera sociedad que vivimos, en la cual vamos aprendiendo a “ser en sociedad”, a tener afectos con otras personas, a formar parte de una primera sociedad, que es la familia en la que crecemos y en la que transcurren nuestros primeros años.

Y (3) viene a significar que estamos toda la vida queriendo ser aceptados, ser amados, ser correspondidos en una sociedad, no ya la sociedad de la familia, tomándola o no tomándola como modelo, sino nuestra propia sociedad. Nuestro propio micromundo de pequeña sociedad, que hemos tejido, dentro de la macrosociedad en la que todos nos estamos moviendo.

Desde este contexto que acabo de indicar, sí, pues claro que vivimos solos dentro de nuestras propias mentes, porque no concuerdan la realidad fuera y dentro de nuestras cabezas. Existe una o equis incoherencias.

Estas incoherencias o desarmonías o contradicciones hacen más patente el hecho de que vivimos solos, y no solamente estamos solos al nacer y al morir, sino en largos o larguísimos periodos de nuestra vida, donde además que estamos solos estamos “prisioneros” de situaciones que quieren decirnos que no vivimos una soledad. ¿No vivimos una soledad, entonces nos hemos vuelto locos o qué es lo que pasa aquí? En ocasiones sí vivimos solos, pero las personas que están o quieren estar con nosotros, erróneamente quieren hacernos creer que somos acompañantes, que nos hacemos mutua compañía.

El hecho de la soledad es un tema con muchas letras o con muchas teclas, pero el asunto está en que soledad/compañía/sociedad es un hecho determinante de la vida. Como es también determinante la necesidad que abriga o cobija cada ser humano de amar, ser amado, compartir, no digo solamente en el micromundo de la pareja sino con todo el conjunto de criaturas vivientes, humanas y no humanas.

En este contexto, el hecho es que esta necesidad de amar/ser amados, respetar/ser respetados, es una de las necesidades básicas del ser humano y que nos pasamos una gran parte de nuestra vida, dentro de una viva dinámica de recompensa/frustración, en la que realizamos uno y variados intentos por establecer nuestra propia sociedad, o por querer encontrar nuestro espacio social, por querer dar autoexpresión a “nuestra sociedad”, en la que Sí vivimos, Sí estamos vivos, Sí crecemos, Sí somos libres, Sí existe la felicidad.

Al mismo tiempo y además, todas aquellas experiencias que vivimos cada uno de nosotros, junto a nuestro carácter o reacción con ellas, nos van haciendo, nos van definiendo como personas, nos define también qué queremos y qué no queremos, que es un campo de acción que quizás puede estar inconcreto en la adolescencia de una persona, pero que va despejándose y tomando una mayor claridad con el transcurso de la experiencia y de los años. Esto indudablemente es algo muy bueno, en el sentido de que ya no perdemos tanto el tiempo en perseguir fantasías, ilusiones tontas, cuentos y otras tonterías. Sabemos mejor lo que necesitamos y lo que queremos y somos más objetivos o realistas en ver la situación.

Al mismo tiempo, según crecemos, según nos vamos haciendo como personas, como seres libres, también vamos dando nuevas riendas y nuevas alas a nuestra propia libertad, libertad de pensamiento, libertad de conciencia, libertad de emociones y de sentimientos. Partiendo de que hemos nacido en todo un conjunto sociocultural que nos fija unas pautas de cómo sí y cómo no hemos de ser, no somos libres cien por cien, somos condicionados a un montón de parámetros culturales, psicoafectivos, etc, que van en función de cómo son nuestras experiencias personales, pero donde a la vez vamos adquiriendo destreza en la solución práctica de nuestras necesidades psicoafectivas, gracias a esa interacción con nuestra experiencia, gracias a que hemos sido capaces de ir asimilando esas experiencias, tejiéndolas en nuestra propia personalidad o carácter.

En resumen, la soledad y la necesidad de compañía es común a prácticamente toda la Humanidad, en los distintos lugares (familia, escuela, trabajo, etc) que van haciendo nuestra sociabilidad y nuestra socialización.