Barrios virtuales

Querido Facebook, amigo inseparable de horas perdidas, juguete tecnológico, salud y muchas castañas pilongas, que nunca te falte un satélite que pregone tus delicias. Contigo y un buzón de memorias, vivido un siglo veintiuno.

Por ponerlo fácil y gratuito, en el muro cinematográfico de todos, te dedicamos unas letras.

Te hablaremos desde poblados barrios por los que circula la luz, el agua corriente, las facturas de teléfono y las bolsas de plástico. Son los mismos poblados barrios de muy pobladas ciudades, con sus reglas de circular por izquierda y derecha, sin tropezarse, sin darse de bruces, por ningún carril o acera.

Está permitido parar en los escaparates, en los ceda el paso y en las marquesinas de los autobuses, pero detenerse sin motivo que nos preceda, suena a cosa de locos.

Entre tanta población, queda un grano fértil, de las semillas que se resisten a ser sintéticas, de pan sin molde, de yogur con sabor a limón pero sin limón. Quizás, a mitad de camino, existe una pastelería de cristales limpios y pasteles de colores, niños y madres, algún balón perdido y el mismo barrio que se alarga, interminable y civilizado.

De la misma forma interminable, al alejarnos, el barrio se transforma en minúsculo y diminuto, imperceptible como un punto de formas en la raya horizontal del horizonte.

Entonces conectas tu lejanía con el invisible cable del Facebook, los vecinos de tu barrio, los amigos y las tiendas. Han desaparecido las distancias. En adelante, querido Facebook te seguirá a todas partes. Amor virtual para toda la vida.