Los últimos cien años
La gente hemos y nos hemos complicado la vida, a pesar de tantos avances para hacérnosla más fácil.
Yo creo que la vida era más fácil, hace 100 años. Te casabas con la mujer que habías conocido en un baile, la casa era pequeña y los muebles escasos y teníais hijos que crecían felices y un día os harían abuelos. Todo tenía un porqué, un sentido, un lenguaje de novela rosa. Porque después nada se parecía a como se había pensado y deseado.
Ahora, la historia nos presenta a familias que nunca tienen lo suficiente, a personas que sienten temor, reparo, incertidumbre, alguna grave preocupación.
Esto era hace cien años, cuando las personas intentaban establecer relaciones duraderas y estables, cuando sus motivos de preocupación eran más pequeños, más leves, que la mayoría de las preocupaciones actuales. Podía morirse el ganado, un temporal derribó la pared del huerto, durante dos meses la carne escaseó en la cazuela, pero padre, madre, hermanos, todos teníamos un instinto de unidad. La tribu, el clan.
Pasado el rodillo del siglo veinte, nada se parece a como habíamos pensado. Mamá se fugó con un pianista, papá se hizo corredor de bolsa y fuimos cuidados por los abuelos, hasta que la abuela abrió un burdel para la Tercera Edad.
Nada igual a como nos contaban las primeras películas en blanco y negro. En la vida real, no tenemos a esas estrellas, diciéndonos frases para la posteridad. En la vida real, todo es más vulgar. No toca la orquesta cuando muere el pianista.
Ni siquiera en los años de prosperidad, hemos sido capaces de que llegara una verdadera paz.
Qué queríamos ser y qué fuimos. Algo no ha funcionado, para nosotros y para otros miles como nosotros, los descontentos, los insatisfechos.
Ni siquiera podría llamársenos rebeldes, pues nuestra rebeldía siempre fue contenida, cortés y elegante con las normativas del sistema social de turno. En muchos sentidos, para la gente normal y corriente, su destino ha venido marcado por disparates y absurdos, todos con un porqué. Gran parte de lo ocurrido, no procede de desastres naturales sino de la mentalidad y el comportamiento humano.
Fabricar un ciudadano de clase media cuesta 10 pobres, obreros, jornaleros del campo, mujeres de la limpieza, repartidores de publicidad, gente anónima, la plebe. La desigualdad y la pobreza no son el único equipaje de la sociedad actual. Se han conseguido logros científicos y tecnológicos que hubieran sido imposibles sin el sistema mercantil que hoy gobierna nuestra sociedad.
En resumen, nuestro mundo actual es un gran tutifruti, complejo y muy variado, de grandes movimientos migratorios, pero al mismo tiempo sometido bajo control. Las sociedades son previsibles en su comportamiento y los últimos 100 años nos ha dejado un intenso campo experimental, empírico, de cómo industria y tecnología influyen en nuestras vidas y en nuestro pensamiento.
En fin, como decía, echo en falta la tribu, el clan.