Integridad

Una reflexión hoy sobre el apego o desapego con el sentido de integridad, en la ética personal de cada cual.

¿Qué es la integridad personal? ¿Puede ser íntegro un emigrante ilegal que salta fronteras, que cruza pateras, que vive indocumentado?

Las personas nacemos en sociedades. Crecemos y vivimos en sociedades. Y también morimos dentro de sociedades. Pero si no existe sociedad o si la sociedad tiene unos graves conflictos de corrupción pública y privada, es difícil que podamos estar hablando de integridad personal, a título individual de cada persona o ciudadano.

Vivimos en los tiempos que nos ha tocado y nos corresponde vivir. Hemos nacido en el pasado siglo y estamos caminando por los comienzos de este siglo veintiuno. Aquello que antes tardaba 25 años en cambiar, ahora cambia en 5 años, en 3, en 1 año. El mundo actual está dentro de grandes cambios y, con ellos, también cambios básicos, en la forma de comunicarnos, encontrarnos, relacionarnos, asociarnos y dar práctica a la convivencia.

Muchas de las costumbres actuales, asoman grandísimas diferencias entre los mundos superpoblados de las grandes ciudades, en vivo contraste con el supuesto apartamiento de tribus y pueblos y aldeas perdidas en los confines del planeta. Mientras unos viven en la Edad de la Piedra, otros ya van por el tercer o cuarto o quinto milenio.

Integridad. Es la integridad uno mismo. Desapegada, la integridad de tu acción deja de pertenecerte cuando la entregas al mundo. Partió con integridad, lo que sea después su transcurso, es un asunto que ya no te pertenece. La integridad de que nuestras pasadas integridades no oscurezcan o pongan obstáculos en nuestra integridad de hoy, de presente, que es la integridad con la que contamos para el día de mañana, el conjunto de lo que será nuestro futuro de integridad.

Ser íntegros. Podemos decirnos, ¿dónde? Es como pedir a la semilla de trigo que se plante en el desierto. Mejor es reservar la semilla para la tierra fértil. Y si nos toca estar en algún desierto, sigamos caminando hasta llegar a un oasis o a un territorio fértil y con agua. Allí plantaremos la semilla y crecerá y dará frutos y se multiplicará. Pero el desierto sigue siendo desierto, hasta que la geología diga lo contrario.

La integridad no es posible en situaciones de personas vulnerables que son la estadística de víctimas de la violencia, del engaño, de la corrupción, del desgobierno, de las bajezas de algunos o de muchos seres humanos que, en su territorio anónimo, se fabrican su propio mundo de control y dominación. Quizás por sentido de la supervivencia o quizás por miedo y por su consecuente inseguridad.

La integridad se convierte en instinto de supervivencia, donde numerosas veces la integridad es puesta a prueba. Es la integridad del amigo que te invita a que digas tantas tonterías como él dice. Es la tontería de nosotros mismos, al dejarnos guiar por las banalidades clásicas, normales a todos los seres humanos y normales en todos los tiempos de la historia humana.

Sobrevivir, siendo íntegros con nosotros mismos, desapegados de las causas y consecuencias de nuestros actos de integridad. No hay temor de perder la integridad, porque siempre estuvo en nosotros, con nosotros.

Esté la botella llena o vacía, medio vacía o medio llena, siempre del manantial de la integridad mana el agua de la integridad. Y desapegados, que no es des-apartados, de la consecuencia de esas acciones ya vividas, experimentadas, de la integridad de nuestro pasado, hoy es hoy, vivimos la integridad de este presente.

Libres, también, del peso de la integridad, libres y liberados, que no es lo mismo que ajenos a la integridad. Pero donde la integridad ya no es un peso, ya no es una carga, es ahora una libertad, una libertad de ejercicio vital, de práctica de vida.