Soy un superviviente
Pensando en filosofías y en encontrar el sentido a la vida, mi existencia ha sido una escuela viva, de muy diferentes enseñanzas, en las cuales creo que he podido ir haciéndome un retrato amplio y completo del ser humano.
El resumen que esto me ofrece, presenta un vivo contraste, entre ver que lo bueno es bueno y vale la pena de ser conservado, y que lo malo es malo y además de combatir a lo bueno, se autodestruye a sí mismo. El bien y el mal, dentro del ser humano, en la raíz de sus sociedades y de sus formas de vida.
En lo bueno, todos los días vemos gestos de amistad y de amor y de paz, entre las personas.
Todos los días transcurre algo bueno en la vida de muchas personas, fruto de acciones generosas, sin egoísmo, libres de cualquier maldad. Esto lo vemos todos los días.
Pero también todos los días vemos esas otras cosas que acompañan a la violencia, el conflicto, el desequilibrio, las malas acciones, la maldad en definitiva.
No podemos hacer un mundo donde los buenos vivan con los buenos y los malos vivan con los malos. No es tan fácil de diferenciar.
Pero es también el contraste de ver una única sociedad, entre personas que realmente viven pacíficas y entre personas que no son pacíficas en su corazón y por consiguiente, en algún momento de su existencia realizan o realizarán acciones de violencia.
Esto es digamos que desde siempre. En la realidad de nuestra especie y en nuestro camino desde grandes primates que evolucionan a pequeñas sociedades que salen de la última glaciación.
Es la realidad también en los mitos, o en los libros sagrados, en los cuales ya tenemos un génesis con la tentadora serpiente y la expulsión del paraíso. Y al poco, con Caín y Abel, nace la envidia. Y la Biblia está llena de ese tipo de pasajes.
Y, ciertamente, ninguno es un ejemplo de dignidad humana, de valores y verdaderos principios humanos, de muestra de nuestra inteligencia y de nuestro corazón.
Esto es lo que hay por este mundo. Pero la cuestión es si te lo vives y sobrevives a eso, con valiosas enseñanzas.
Es decir, puestos a admitir las guerras, la inevitabilidad de vivirse una guerra, sigue siendo importante vivir la posterior paz que sigue a la terminación de la guerra. Es como el soldado que regresa a casa, vivo. Es importante.
En algún sentido, algunas enseñanzas de mi vida, arrancan con esa raíz de fondo. Soy un superviviente de muchas batallas que sin buscarlo he tenido que lidiar.