Fuerza y vulnerabilidad

Queridos compañeros y amigos de ANDADE, gracias por esta nueva oportunidad de compartir mi vivencia en la REVISTA de la asociación.

Sois un referente de lucha y superación para mí y para todos quienes hemos vivido una amputación reciente y damos nuestros primeros pasos por este nuevo mundo y esta nueva anatomía.

Remito a los lectores al anterior número de esta revista. En el resumen, intenté contarles cómo un cáncer en el brazo, un fibrohistiocitoma maligno, devino en una amputación a la altura del húmero. Las navidades del 2016 en el hospital. Han transcurrido varios meses.

Frente a la inexperiencia de vivir con una extremidad menos, la fuerza se convierte en un asunto vital, de pura supervivencia en un inédito camino de avanzar o morir. Ahora, menos que nunca, no tienen cabida las medias tintas ni los autoengaños.

FUERZA EN NOSOTROS MISMOS

Es necesario el apoyo social y humano de nuestro entorno, entretanto voy ganando en nuevas habilidades y venzo a mis propias dudas y miedos. Más vulnerable y más expuesto, la sociedad y las personas son más protagonistas en la calidad de mi vida cotidiana y en cómo abordo mi plena integración social.

Las personas que nos rodean y acompañan se convierten en más importantes, pero también nosotros mismos, la fuerza que creamos desde nuestro interior, somos más importantes. El mundo que nos acompaña no puede hacer nada si nosotros mismos no asumimos este reto de supervivencia, de creer en nuestra propia fuerza y en el poder de llevarla a la práctica.

Es fácil decirlo. Todos los días vienen con pruebas y retos que nos hacen parecer jóvenes atletas que aspiramos a una medalla olímpica, para este mismo día y este compromiso de superación.

Subirse al pódium es conseguir un nuevo día, con sus nuevas oportunidades de crecimiento personal, en el que las dos únicas opciones siguen siendo avanzar o morir. Y es, desde lo pequeño, desde la propia actitud que despierta cada uno de nuestros actos, donde encontramos la fuente de esta fuerza, imprescindible y vital, en nosotros mismos.

Hoy puede sernos difícil, pero mañana podremos decirnos que el futuro y nuestra propia perspectiva son mejores. Es la misma fuerza que nos entrena para vivir y, si así lo queremos, que nos reinventa para adquirir nuevos espacios de libertad.

FUERZA Y VULNERABILIDAD

Somos más vulnerables, nos indica la evidencia de todos los días. Y también el insistente latido de nuestra voz interior, invitándonos a pensar que no podemos, que no solamente somos mucho más frágiles en las acciones básicas de hacer la cama, poner una lavadora, tender la ropa, preparar una comida, sino también en las grandes cuestiones de si podemos amar, sentir diez minutos seguidos de alegría, enamorar a otra persona, percibir una mano sincera y amiga, abrazarnos a alguien.

No puedo, nos dice el fatalismo de encontrarnos frente a frente con nuestra realidad psicológica. Es la misma y vulnerable desnudez que nos hace desplegar nuevos fondos de fortaleza, por contradictorio que nos puede parecer el dar la vuelta al infortunio.

El haber sufrido una desgracia no nos hace más desgraciados sino más fuertes, tras aprender a convivir con nuestra fragilidad, tanto en los pequeños asuntos diarios como en encontrarnos con un verdadero sentido de porqué seguir vivos y porqué seguimos apostando por nuestra causa personal.

Insisto en subrayar nuestra fuerza vital, nuestras fortalezas y nuestras capacidades, sin darnos por fracasados. Podemos, mejor o peor pero podemos. Y es con este poder y fuerza con el que seguimos adelante.

Quizás no somos maestros en atarnos los cordones de las zapatillas, pero hemos ganado maestría en el arte de escuchar, comprender, respetar y respetarnos, a fuerza de vencer y convencer que superamos la indigna situación de no atender nuestras necesidades más inmediatas y urgentes, asearnos, vestirnos, afeitarnos, alimentarnos sin perder la confianza en nosotros mismos.

No tengo porqué demostrar que la adversidad o la enfermedad o un accidente de la existencia, me ha convertido en una mejor persona. Pero me ha dado una nueva puerta desde la que vivenciar la vida, desde estas nuevas vulnerabilidades que yo intento transformar en fortalezas.

La vida es más dura y yo soy más frágil, sin ninguna duda. Pero me doy la licencia de comprender la belleza de mis nuevos momentos y de mi estrenada anatomía. Por tanto, la experiencia existe, el paso adelante, las mil y una veces que hemos dejado salir el sol en los nubarrones de una tristeza o del yo no puedo.

Con esta experiencia, la de este ahora y este hoy, fabrico la esperanza, visibilizándome en cada nuevo gesto que dialogo con la vida. Y por horrible que pueda parecer, es de una simplicidad que abruma, sencilla como avanzar o morir. Por tanto, mi mensaje final para este artículo no puede ser otro que el de seguir adelante. Seguimos avanzando, queridos lectores. Muchas gracias.