Afinando mi guitarra
Estoy sintiendo hoy buenas sensaciones, con las manos en una guitarra que compré, años atrás, en una tienda de guitarras donde el señor me vio probando algunas y, dirigiéndose con una gran sensibilidad hacia mí, me dice: “veo que a usted le gustan las guitarras, le voy a enseñar una que no me va a poder decir que no”. La hice sonar. Sonaba dulce, de primera vez. Ella fue mi autorregalo.
Y la guitarra caminó conmigo, y cómo sonaba la puñetera. Ahora tiene cuerdas nuevas, diferentes, no puedo comparar. Pero juego también con el apagado de sonidos y no me importa usar cordaje de diferente sonido. Entre el afinamiento, pillas dedos y juegas y vuelves a sentir el cosquilleo de las cuerdas y de la madera y el sentir de cada presión, de cada movimiento.
Y escuchas con tu propio oído el sonido que está saliendo. Y dices jope, es que lo siento, cómo no me va a salir si es que lo siento, es como llevar esto en la piel o dentro de la piel. Y entonces, frente a esas sensaciones, ves al hombre creativo. Le estás escuchando meterse con una media granaína, después con soleares, escuchándose el hoy de unos punteos repetidos miles de veces, desde niño.
Si ahora, con medio siglo, le digo al niño de doce años que una vez he sido: “tú me vales para tocar la guitarra”, pues ese chaval no me creería. Aquel niño no tenía oído; tenía orejas. Aquel muchacho tenía el mismo sentido del ritmo y de la música que puede tener un elefante en un nido de hormigas.
Pero aquel niño repetía cientos de veces las mismas falsetas de flamenco y aquel niño se las veía y se las deseaba con todas las virguerías y virtuosismos de la música popular y tradicional española y, en especial, de ese algo que ahora es patrimonio de la humanidad, el flamenco. Qué es el flamenco.
Han pasado infinitud de años desde entonces. Y entonces, no hubiera dado un duro por aquel niño. Y tampoco hubiera visto nada potencialmente potable en el chaval adolescente que probaba algunas escenográficas y musicales. Me hubiera parecido un mineral en bruto que necesitaba pulir, afinar, conocer, vivir, trabajar mucho, esforzarse mucho, disciplinarse también mucho, centrarse.
Han pasado infinitud de años y ahora puedo decir a aquel niño y a aquel adolescente que viva la constancia. Hoy les digo que nada de lo que hicieron fueron actos baldíos, sino que fueron sembrando memoria y aprendizaje en mí.
Pero lo principal no lo aprendí entonces sino más tarde, porque vale, todos los tecnicismos se aprenden, pero enséñeme a tocar las fibras del corazón, que se me estremezca el ser, dónde se aprende eso, dónde las emociones que viven, transmiten, viajan en una acción creadora o creativa.
La creatividad, qué es la creatividad para mí. Bueno, yo creo que existen dos grandes frentes o fronteras. La creatividad para el mundo y la creatividad para uno mismo. Forman parte del mismo mundo, en realidad. Pero viven diferentes paisajes.
La vivencia hacia uno mismo puede ir pareja con la vivencia hacia el exterior, compartida con más personas participantes y con equis o muchas muchísimas personas de público. No obstante, cuando la vivencia se hace visible, es bastante difícil encontrar a esas mentes creativas que consiguen algo muy básico, que es llegar a viejos.
Un ejemplo, cubanos como Compay Segundo y sus compadres. Son músicos profesionales que actúan, sobre las tablas, hasta que se les cae el esqueleto de puro viejitos. Pero toda esa gente buena, antes que artistas son personas, no se encuentran embebidos por esa panoplia que generalmente rodea el éxito de artistas en amplio sentido y mentes creativas, durante el último siglo.
Descubres algo nuevo y sales en todos los telediarios. Realizas con éxito algo eres el primero y los dos siguientes años, de plató en plató contando tu historia. O de congreso en congreso. Sobredimensión del espacio creativo, científico, artístico, cuando en realidad las vidas anónimas tienen también mucho que contar.
Puedo comprender el mundo de gentes que, teniendo mucho talento creador, pasan silenciosas durante años enteros, hasta su siguiente trabajo. Lo hacen porque quieren, necesitan hacerlo. Y me resulta interesante ese espacio de reserva, de guardar en la bodega aquello que ya es materia viva pero que quiere esa calidad que da la buena bodega, materia viva y de buena añada.
El mundo de las personas creativas. Qué interesante.