Preguntas fundamentales

En el instituto de secundaria, que esto fue por un pueblo en el que pasó sus últimos días Francisco de Quevedo, siglos atrás, yo tenía un profe de filosofía, grande, gordo y fuerte. Y además, hablaba muy bien. Gracias al carisma de este buen amigo (fuimos amigos, además de alumno y profesor) me embobaba con sus clases y con sus teorías del mundo, aunque yo seguía mis propios pasos. Me había liado con el Nietzsche, e intentaba comprender conceptos tan abstractos como el que dio origen al título de una de las obras de ese filósofo alemán: de lo apolíneo a lo dionisíaco.

¿De dónde venimos? La filosofía del profe, Don Alfonso Gil, me ayudó más bien poco, nada. Como un objeto decorativo. Don Alfonso no tenía respuestas para las preguntas fundamentales. En una ocasión, a mis dieciséis años, hago la pregunta fundamental de chico fundamental o fundamentalista. 

Alfonso ¿existe Dios? La respuesta fue un encogimiento de hombros. 

Existen personas que dicen que sí, y personas que dicen que no, pero lo cierto es que es indemostrable su existencia. Ésta fue la respuesta del profesor de filosofía, en el instituto de secundaria; el mejor profesor de todos, y no tenía respuestas.

Con el tiempo fue la sencillez la que me fue dando las respuestas a esas preguntas fundamentales. La naturalidad de mirar qué sucede en la vida, sin cuadraturas del círculo, sin buscar cinco patas al gato, sin meterse los dedos en las narices de la inteligencia. 

¿De dónde vengo?

Venimos de misterio de la vida al milagro cotidiano de estar vivos. Tanto da si quiere explicarlo un profesor agnóstico, que imparte filosofía en el instituto de secundaria, como si lo quiere exponer el autor de estas líneas, que no da clases de nada pero ha ido haciendo su propia filosofía.

Somos el resultado de nuestras elecciones y somos el resultado de otras personas, que nos hicieron, que nos ayudaron, que abrieron la puerta de la vida para nosotros. Si después, años más tarde, nos hacemos preguntas fundamentales, que sea con el necesario respeto para todas esas personas que nos ayudaron a nacer o nos ayudaron a vivir. 

¿Tiene el ser humano del siglo XXI espacio para preguntas fundamentales o metafísicas? 

Yo no creo en los grandes espacios metafísicos para la cotidianeidad de la vida diaria. La metafísica debe tener su lugar, y no mezclarse con los espacios concretos de la vida diaria. Todo tiene su momento y lugar, en el transcurso de un día cualquiera. Pero, llegados al punto de dar filosofía a nuestras vidas, yo soy de la opinión de una filosofía práctica, de bolsillo, como una biblia personal resumida, en algo accesible, al alcance pronto y rápido de la mano. 

¿Quiénes somos?

Somos el tiempo que vivimos, y este tiempo que vivimos ahora nos permite comunicarnos en la rapidez de los nuevos tiempos, algo impensable hace unos siglos. Cosas de locos o cosas de la ciencia, pero es la realidad del siglo veintiuno. Nuestro tiempo es un tiempo de rapidez en la comunicación.

Y dentro de la comunicación está el diálogo. Siempre que existe diálogo existe posterior entendimiento. Como humanidad, apenas habríamos avanzado de no haber contado con la valiosa ayuda del diálogo, comunicándonos, compartiendo, enriqueciendo nuestro mundo de experiencias. 

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Con palabras para mí mismo, para mi propia persona, yo tengo una filosofía práctica que gobierna, cuando puedo hacerlo, mi día a día. De qué se trata. De algo tan simple y tan sencillo como esto que antes llamábase caminar por tu camino, no meterte con nadie, no ir de listo o prepotente con nadie, no querer vivir de cuentos, hacer honrada y honestamente tu trabajo y mejorar y progresar, si puedes y cuando puedes, en la vida. No reírte de nadie que tenga peor fortuna que la tuya y no envidiar a nadie que tenga una mejor fortuna que la que tú tienes. Esto es ir por el buen camino, algo tan sencillo como vivir en paz, ponerlo en práctica, practicarlo, sin hacer ostentación, sin buscar ninguna recompensa salvo la de ti mismo, que te conoces y te reconoces en este buen camino, que no te hace mejor que nadie ni tampoco peor que nadie. Solamente, personal. Tú eres tú y gobiernas tu vida, tu comportamiento, aquello que sí está bajo tu propio gobierno, el qué eres, qué haces, cómo eres, cómo te comportas, sin buscar las cámaras, los focos, la imagen del reconocimiento.
Cuál es el perfil de mi filosofía práctica. Es el perfil de aceptar la realidad, sea cual sea esta realidad y, a partir de esos comienzos, ver la forma de mejorarla. Dos vidas nunca son iguales. Las personas nacemos con diferentes circunstancias, en diferentes contextos y en diferentes situaciones. Es por esto que mi filosofía práctica tuvo diferentes pruebas, y ahí es cuando despliegas todo tu potencial de filosofía práctica, de veamos qué es y para qué sirve tu filosofía práctica, de si te saca de un problema o realmente es una filosofía barata, una baratija, un objeto inútil y vano que ocupa peso en tu equipaje personal. 

Una filosofía que diga la verdad y que sea unidad contigo mismo, que sientes que no es una filosofía impuesta, no aceptada, sino que realmente es un aliado filosófico con tu propia realidad de vida y tu propio ser, la criatura humana que tú eres.

Mi filosofía práctica es muy sencilla. Seguir cumpliendo años, cuantos más mejor, disfrutándolos con salud, con tranquilidad. Vivir en paz es la primera meta, el principal objetivo de vida. Intentar de verdad conseguir vivir en paz.

Está muy bien y muy bonito que yo me ponga de verdad con el intento de vivir en paz. Pero, en qué mundo vives, esto es importante. No basta con que tú mismo quieras o no quieras vivir en paz, sino que tiene que acompañarte tu entorno, tu circunstancia, tu contexto. Como tengas un entorno complicado, olvídate de conseguirlo tan fácil. Tendrás que echarle mayor esfuerzo. Sí, para algo tan simple y en apariencia tan sencillo como el querer vivir en paz. Pero es así el mundo. Lo ves o no lo ves, pero el mundo humano es complicado.