A veces…
A veces somos olas, pero olas sin recuerdo que, al fenecer en la orilla de la playa apenas existe una memoria para dirigirnos una mirada.
A veces, pero sólo a veces, los corazones se ensanchan cuando sienten la hermosa, inquietante presencia de la libertad total de volar, el valor de resistirse a las mezquindades, la lucha permanente por abrir selva en un mundo cuyo dolor sólo a unos pocos nos alcanza.
A veces nacemos hombres que, llevados por un amor excesivo hacia la humanidad que nos toca vivir, no hacemos sino predicar – a veces inútilmente – para esperar mejores sentimientos de nuestros semejantes.
Pero hablamos y no somos escuchados, sólo a veces, afortunadamente.
A veces sólo contamos con un puñado de ideales y un puñado de pequeñas coherencias que, a duras penas, intentamos llevar a cabo. Pero son nuestras, nos pertenecen. Y ése es el único patrimonio que de verdad podremos llevarnos al instante de la propia muerte.