El fenómeno de la vida

La vida es un fenómeno único, maravilloso, excelente, real, extraordinario. A la par que un proceso complejo, difícil, a veces con pruebas, retos, errores, obstáculos.

La vida es maravillosa, hasta en sus mismos orígenes y cimientos. Y el fenómeno vital de vivir la vida, de convivir con la vida, es toda una poderosa y extraordinaria aventura que traspasa la piel y llega hasta los huesos. Es hermoso vivir y es hermosa la vida.

Pero cuando llegamos a la práctica real de la vida, encontramos que las criaturas vivas tienen que hacérselo con su individual o particular forma de hacérselo. Miramos la naturaleza y comprobamos, en el reino animal, que todos los días existe la vida que toma nuevo tiempo y la vida que cae en las garras de los depredadores. Y vemos que unas especies son depredadoras de otras especies.

Pensamos en nuestro destino como hombres o seres humanos, pero pensemos en nuestro destino, siendo la larva de una mosca, o siendo la conciencia de una flor o de un conejo que se pasa la vida corriendo por el campo, con las orejas siempre tiesas, esperando ser cazado por algún perro.

La vida es maravillosa y extraordinaria, pero no es fácil para nadie, ni para la mosca, ni para la flor, ni para el conejo ni tampoco para el perro.

Ahora bien, ni la mosca, ni tampoco la flor, ni tampoco el conejo o el perro, escriben proclamas de protesta, reclaman al jefe de toda esta película vital que compone la realidad. Y mucho menos, a nadie se le enciende el piloto de creerse rey o faraón de algo o de alguien, con derecho a decidir sobre la vida o la muerte de otras criaturas.

La vida es un fenómeno maravilloso y único, pero es también un fenómeno cruel e incomprendido, que representa propiamente el drama humano, el drama de venir a un mundo desconocido, de tener una pequeña capacidad de hacernos preguntas y respuestas y de saber que nuestro final es morirnos, nosotros y toda nuestra generación, igual que ya murieron todas las generaciones antes de nosotros.

Ese fenómeno de la vida, inevitable, que condiciona la vida con la muerte, que es insoslayable, quizás para un pobre y humilde trabajador no tenga gran interés, pero sí lo tiene para quien, después de años de dura lucha, ha acumulado un gran poder, una gran fortuna, que de nada le sirve para extender interminablemente su tiempo de vida.

El fenómeno de la vida es común a toda la orgánica y a todos los organismos vivos. Podemos vernos representados en otras formas de vida, vegetales, animales, pero principalmente nos vemos representados en nuestra propia especie. Mi opinión es que tenemos una educación demasiado antropocéntrica, demasiado centrada en nuestros supuestos éxitos evolutivos, empequeñeciendo el ejemplo de las demás criaturas vivas de este planeta. Cuando miramos a un pollo o a un cerdo como un conjunto de filetes y pechugas, perdemos nuestra visión de valorar a esa criatura como lo que ya es, sin necesidad de nuestra aprobación.

Nuestra especie es enormemente versátil. Y ésta ha sido una de las razones de nuestra rápida evolución. Gracias a esta versatilidad, hemos aumentado la magnitud de nuestra conciencia personal, lo cual ha sido un hecho favorable en la parte buena que esto tiene, pero también ha significado nuevos riesgos evolutivos.

Por ejemplo, nos hemos hecho infinitamente más poderosos y, por tanto, también infinitamente más peligrosos. Un cuchillo en las manos de un niño, no es malo ni bueno. Tampoco lo es una piedra. Depende del uso que vaya a tener esa herramienta. Y cuál es la mejor herramienta de los seres humanos: la inteligencia.

Si ya he dicho que el reino animal es una jungla donde es complejo y a veces jodido el pasarse la vida, en el mundo humano no es tampoco que vayamos de rositas y de guais por la vida. El mundo humano tiene muchas historietas complejas, incomprensibles, retorcidas y otros etcéteras. Digamos que en el número y magnitud suficiente como para tener esos factores en cuenta y, en consecuencia, fabricarnos nuestros escudos de autoprotección, humanizando el instinto de supervivencia.

Morir por nada y en nombre de nada, tampoco es plan. Y realmente, la especie humana, por ver tan cotidiana a la vida, valoramos muy poco el conjunto de vida que tenemos y que existe a nuestro alrededor, así como el profundo esfuerzo que ha significado que esto llegue hasta nuestros días.

La carrera de relevos de la evolución, que ha viajado hasta este ahora, para que nosotros podamos tener esta oportunidad de hacer historia, de hacer biografía, de construir el futuro del mundo, desde nuestras identidades, desde nuestra pequeña o minúscula individualidad.

La individualidad. En los últimos 100 años se está enseñando a las personas a saber vivir en sociedades individualistas, con comportamientos individualistas, pero la individualidad es una realidad temporal sin futuro. El destino de todo ser humano es el de morir, en eso no nos equivocamos. Por tanto, es infinitamente más inteligente trabajar y vivir con nuestros semejantes, siendo cooperativos, fabricando buenos comportamientos, antes que permitir que nuestros egoísmos fabriquen murallas de conflicto con otras personas.

Yo he comenzado este post diciendo que la vida en general no es fácil, para ninguna especie y criatura vegetal, animal o humana. Pero entrando a nuestra especie, el tema se complica algo más, en parte por un mal uso de la inteligencia, por un enfoque inadecuado. Y esto tanto en el ámbito de los grandes humanos o sociedades como en el ámbito individual de las relaciones interpersonales.

No existe un manual para la vida. No está garantizado el éxito ni el fracaso. Es un territorio desconocido, lleno de sorpresas, vivencias, aventura. Donde nosotros mismos escogemos, si escogemos, nuestras opciones internas. El ritmo o el enfoque que ponemos en nuestra mente, frente a ese otro ritmo del mundo, que puede coincidir o no coincidir con nuestra música interna.
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