Un Hombre Libre
Debo esto al aburrimiento, un escrito que sirva para deformar los objetos, una representación teatral para hacer valer más mi derecho a ser actor en esta terrible farsa.
Después de haber presenciado los giros y volteretas de mi rostro en los ojos de cualquier espectador que haya abonado el importe de su entrada, sólo merezco ser escupido, maltratado, despedido al último confín de la tierra para no soportar la vergüenza diaria de repetir esta escena.
Me doy exacta cuenta que de dilatarse estos encontronazos conmigo mismo, perderé la oportunidad de huir, el intento de crear unas verdades a mi medida, a las que merezca y me merezcan. Aun así, no todo está perdido; todavía soy un hombre, un ser inteligente que rema hacia alguna parte, aunque sus mejores pertenencias hayan sido extraviadas en el naufragio.
No me resigno todavía a contemplar mi envilecimiento con las manos hundidas en los bolsillos, no me conformo con ser esto, un enajenado, un ser inservible salvo para lo que se le ordena, y sin embargo, imponerme este paréntesis en mi corta vida, supone un duro traspiés del que habré de reponerme.
Sí, así es, estoy cansado de censurar mis actos y mis palabras, cansado de no manifestar claramente las crueldades particulares, anónimas, y estatales a que nos somete, y todo esto no es nada, si no viera peligrar mi condición de hombre, el único tesoro que guardo con el mayor de los celos.
A cuarenta y ocho horas de un final de año, difícil como los anteriores, creo firmemente en el ser humano por encima de todas las cosas. Propongo conscientemente no confiar, prestar ni vender mi libertad a cualquiera, llámense instituciones, conceptos, educadores, confesores, familiares o superiores. Veo con claridad que mi libertad, y la independencia que me garantiza, ni están a la venta ni pueden ser puestas a precio.
A pesar de todo, estoy obligado en este último escrito desde mi celda mental, a avergonzarme porque en algún momento dispuse esclavizarme, porque esto era lo más cómodo. Debo decir que mis veinte años han sido miserables, torpes, siempre de la mano del recogimiento de algún eyaculador precoz, desvinculado casi siempre de la belleza de las creaciones de la Naturaleza.
He sido un imbécil, un cobarde que como un trozo de mármol perseguía las migajas de la nobleza. He soñado con ser aristócrata, alto ejecutivo de manos blancas y mente estructurada a la moda; he creído ver en mí un aspirante al triunfo, no importa cual sea el camino y las pruebas a sobrepasar. Pero aún en mi idiotez, no presentía que gracias a la falsedad de mis carcajadas, sobre mi pulida superficie, muchos hombres cultivaban ridículas supersticiones, el desamor, la envida y el morbo.
No, digo no a todo mi pasado estéril, reniego de todo lo que en mí es sospecha a putrefacción.
Ahora que me dispongo a abrir de par en par las ventanas del corazón y de la inteligencia a un día que, como todos, sin yo saberlo, cantaban los pájaros, se amaban las parejas, y los viajeros preparaban sus maletas, acuerdo que nada a partir de ahora, ni líderes, ni dioses, ni castigos, ni cristos, lograrán convencerme que cambie de pensamiento, pues en algo mucho más profundo que una opinión se ha convertido.
Dispongo que aprenderé de los hombres todavía vivos y de los ya muertos a no dejar encerrar de nuevo un amor que no me pertenece.
Dispongo que a partir de ahora nada logrará enojarme, y a nadie obligaré a hacer lo que yo encuentre detestable.
Dispongo que a nadie obligaré a decir o hacer nada que vaya en contra de sus deseos.
Dispongo que habré de informarme duramente para evitar ser enajenado de nuevo, y que no habré de despegarme de los designios del invierno y de sus correspondientes veranos.
Pero, por encima de todo, me proclamo un hombre, un ser libre, con juicios y expresiones perfectamente naturales, que sin presumir de libertad, permanentemente está ésta a su lado; un ser viviente independiente, con una inteligencia apropiada a sus fuerzas, que emplea en lo que mejor le parece, con un cuerpo tan hermoso como el del resto de los seres vivos, que goza, se reúne, habla, pasea y comparte con quien le place.
Propongo que no transigiré en nada lo que suponga una amenaza a mi libertad, pues esto es lo único que da contenido a mi vida.
Y, como ser que evoluciona constantemente, afirmo que no consumiré las imperfecciones ni los añadidos –aun exponiéndome a ser arrancado de la vida por quienes vean un peligro en mi libertad– que pretendan ser trocados por mi mayor felicidad.
Para que así conste, firmo el presente escrito, decidido a repudiar mucho de lo pasado, y a satisfacerme con el presente.