Leyendo El último judío
Existen escritores que saben crear cercanía, proximidad con el lector, y otros que no saben hacerlo. Su lenguaje es incomprensible o es incomprendido para los lectores. Puede ser porque el escritor – o escritora – tiene un cable suelto en su cerebro, que le hace creerse que solamente es escritor si es incomprensible y además incomprendido. O puede ser porque es incapaz de hacerse comprensible y, en vez de aceptarse su incapacidad, prefiere trabarse en otros caminos por los que no llegas a entenderle. Entremos a un ejemplo, Noah Gordon, El último judío. Es un libro sin pena ni gloria, más bien es un libro flojo. Pero es un libro que trabaja las escenas particulares, las escenas literarias. Trabaja la proximidad con el lector. Noah Gordon es un escritor y le importa un bledo escribir de esto o de aquello. Él confecciona una historia y la cuenta. Si miramos este libro por el lado histórico, dice cuatro verdades y dice otro grupo numeroso de chorradas. El valor que tien