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Mostrando entradas de octubre, 2016

El nombre de mi pueblo

Me gusta el nombre de mi pueblo, aún incluso que algún malasombra o despistado, transforma Terrinches por Berrinches. Y, con todos mis respetos hacia los despistes ajenos, en Terrinches no tenemos ningún berrinche, aunque en más de una ocasión he escuchado, creo que sin motivo sólido, que el terrinchoso es fácil a enfadarse y a entrar en controversias. Yo creo que es un tópico que desapareció ya hace muchas décadas. He escuchado también con bastante frecuencia que el topónimo Terrinches viene de Torreblanca. Y, asimismo, he visto otras tantas teorías acerca de dónde viene el nombre de mi pueblo, que ya acabo de decir, para mí es un nombre perfecto y el gentilicio de terrinchoso me parece uno de los mejores. He escuchado también a algún argentino, llamarnos terrincheros. Lo dejo a la libertad de cada cual. Después de seis meses en el Castillejo del Bonete, que me ayudó a pensar en mi pueblo y en los orígenes de mi pueblo, remontándome cuatro mil años atrás, pensé de d

Modelos de prensa

A la criatura humana nos va la marcha, el espectáculo, en los muchos sentidos que puede comprenderse la vida convertida en un espectáculo público o privado. Un espectáculo para nosotros mismos, íntimo, es el desafío de hacer cumbre después de numerosos esfuerzos. Algo nuevo donde no repites lo que ya hiciste. Deportes solitarios o en grupo, elecciones individuales. Nos ponemos retos. Y una vez conseguidos se ponen al servicio del Gran Clan Humano. Los retos nos definen y nuestra debilidad o fortaleza ante ellos, templan nuestra personalidad. Motor y Aventura, una sección nueva para el nuevo periódico que estamos preparando por gentes de este lado y de aquel lado del Atlántico. Creo que no hace falta decirlo. Este post va dedicado a la comunicación, la necesidad de los seres humanos de comunicarse y de plantearse desafíos que poder compartir con sus semejantes. Ayer, en mitad de una paella valenciana que preparó un castellano de la comarca de Alba, unos amigos me pr

Cosas de críos

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Niños de ayer, hoy, siempre. Niños que se quedan solos porque sus padres trabajan y no existe televisión, pero existe un libro con ilustraciones para hacerse un viaje o existe una caja con cincuenta muñecos de plástico que permiten darse una batida de ejército y conquistarse unos territorios. Era mi ejemplo, en las largas tardes de sol, en un patio enorme, con posibilidad de escaparme a otra terraza más enorme y donde aquello podía ser un continente y los cincuenta indios no eran suficientes para darles reinos y principados y tú quédate y me cuidas esto que seguimos mirando nuevas tierras. Cosas de críos que leen libros de aventuras, julio verne, Emilio salgari, sir Walter Scott y que sueñan en la enciclopedia de los ríos o en las fotos de la Enciclopedia Alvarez. Esto es Bilbao, esto es Santander, aquí esta esto y allí aquello y en Fontibre nace un río importante. Y otro en Lagunas de Ruidera. Y sabías aquello porque te lo había dicho un libro. Para esos niños, hoy, de re