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Mostrando entradas de febrero, 2017

Barrios virtuales

Querido Facebook, amigo inseparable de horas perdidas, juguete tecnológico, salud y muchas castañas pilongas, que nunca te falte un satélite que pregone tus delicias. Contigo y un buzón de memorias, vivido un siglo veintiuno. Por ponerlo fácil y gratuito, en el muro cinematográfico de todos, te dedicamos unas letras. Te hablaremos desde poblados barrios por los que circula la luz, el agua corriente, las facturas de teléfono y las bolsas de plástico. Son los mismos poblados barrios de muy pobladas ciudades, con sus reglas de circular por izquierda y derecha, sin tropezarse, sin darse de bruces, por ningún carril o acera. Está permitido parar en los escaparates, en los ceda el paso y en las marquesinas de los autobuses, pero detenerse sin motivo que nos preceda, suena a cosa de locos. Entre tanta población, queda un grano fértil, de las semillas que se resisten a ser sintéticas, de pan sin molde, de yogur con sabor a limón pero sin limón. Quizás, a mitad de camino, exist

Trapecistas del amor

Hay tantos amores como hombres y mujeres. Amores de pareja, de dos manos entrelazadas como el pañuelo al cuello, o el cinturón al vientre, o la comadreja a su madriguera, siempre juntos, siempre inseparables. Pero también hay amores de tres, de cinco, de siete. Incluso no se precisan números primos para dibujar la ciencia del amor. El amor, no sé, creo que es una cuerda floja más que una ciencia, el ejercicio de un equilibrista que hace piruetas en lo alto de la carpa de un circo. Los niños, entretanto, miran. Él sabe (el equilibrista) que su juego es un juego de vida, de superación. Que sus zapatillas pueden doblarse y caer desde lo alto, como Ícaro en su persistente viaje derretidor hacia el Sol.  Pero el equilibrista avanza por esa cuerda floja del amor, ajeno a que el hilo se rompa y el cuerpo se rompa contra el suelo. Sería entonces un esfuerzo inútil, un “nunca llegó”, si en el trapecio, en la dificultad del aire, en la doble inconsistencia de una vida resumida en se

Metas realistas

Me veo muy desordenado para el esfuerzo constante que exige una actividad literaria. Espero mejorar esta parte de mi carácter, que me distraigo demasiado pronto de mis ocupaciones. O quizás soy de fácil distracción porque soy realista y considero la vocación literaria más una problemática que un oficio. El escritor contemporáneo, yo creo que lo tiene crudo y duro de escribir. Hace unos años, muchas firmas literarias salían del periodismo, que era un oficio medio-bien pagado, en el que trabajaban maestros, historiadores y hasta bachilleres. El escritor contemporáneo es generalmente un sujeto que tiene que autoeditar sus libros y hacerse su tourné por los puntos de venta. El éxito existe, pero no está para el 100 por 100 de personas que tienen algo escrito, algo que consideran de la suficiente calidad como para ser compartido por un público. Hoy por hoy, la competencia es brutal, lo cual tiene su parte buena y su parte mala. En lo bueno, se ha popularizado el oficio de escri

Los últimos cien años

La gente hemos y nos hemos complicado la vida, a pesar de tantos avances para hacérnosla más fácil. Yo creo que la vida era más fácil, hace 100 años. Te casabas con la mujer que habías conocido en un baile, la casa era pequeña y los muebles escasos y teníais hijos que crecían felices y un día os harían abuelos. Todo tenía un porqué, un sentido, un lenguaje de novela rosa. Porque después nada se parecía a como se había pensado y deseado. Ahora, la historia nos presenta a familias que nunca tienen lo suficiente, a personas que sienten temor, reparo, incertidumbre, alguna grave preocupación. Esto era hace cien años, cuando las personas intentaban establecer relaciones duraderas y estables, cuando sus motivos de preocupación eran más pequeños, más leves, que la mayoría de las preocupaciones actuales. Podía morirse el ganado, un temporal derribó la pared del huerto, durante dos meses la carne escaseó en la cazuela, pero padre, madre, hermanos, todos teníamos un instinto de unid