Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2017

Mudando la piel

Muchas gracias, compañeros y amigos de ANDADE , por esta nueva oportunidad de compartir mi experiencia personal con los lectores, que continúa los dos textos editados en los números 77 y 78 de esta revista. Qué quiero compartir con todos vosotros en estas líneas. No tiene sentido que os hable de las dudas, los cansancios, las penas o las preguntas transitorias que desaparecen sin traspasar la piel. Para los pesimismos y los pesimistas, ya hemos agotado nuestra capacidad de lectura. Sí al optimismo, pero seamos realistas. O te mueves o no avanzas, de ti depende. Lo dice un ejemplo más, mi propia vivencia. A través de ella, os quiero expresar que la vida no termina al perder una extremidad. Es por esto que existe vida y que existen caminos abiertos, después del trauma de sobrevivir a un cáncer agresivo y ser amputado de un brazo.  Vale la pena luchar y no venirse abajo, sin sentirse un mueble que nada más espera a morirse. Vale la pena caerse y levantarse las veces que hagan

El cajón del olvido

Imagen
Tengo literatura y música, en el cajón abierto y siempre accesible del olvido, de las cosas pendientes, inacabadas, que piden ponerse al día y que nunca encuentran su momento de hacerlo. De esas cosas que siempre encuentran una buena excusa para hacerse mañana. De esas mismas cosas que aprietan como una china en el zapato, recordando la necesidad profunda de llevarlo a la práctica, de sacarlo del cajón del olvido y de los proyectos pendientes. Las músicas y las literaturas que no quieren olvidarse, a pesar de habitar en el cajón del olvido y de las cosas inacabadas. El mundo de la música y el de la literatura son, para mí, dos mundos diferentes aunque están interconectados, pero su lenguaje es muy distinto. La música es, para mí, algo directo, algo que se vivencia en cada nuevo ensayo. La melodía que puedes haber tocado diez mil veces, en cada nueva interpretación toma un nuevo sentido. Por ejemplo, en la música pulsando unas cuerdas de nylon, en una guitarra.

Madre

Imagen
Hoy, a diez años de su partida, escribo esta carta como aquéllas que escribía a los reyes magos siendo un niño. Alguien siempre las leías en esta orilla del río de la vida y, en la otra, seguramente la magia sonreía. Pues, con la misma ilusión de despertar una sonrisa allá en el cielo, y aunque no sea navidad, aquí van unas letras para la gran mujer que me dio la vida. Querida madre: Cada estación del año ofrece, según su sazón, sus diferentes regalos según el ser humano transcurre por ellas. Y en cada una el hombre aprende de los instantes irrepetibles que, en aparente equilibrio cíclico, viajan con periodicidad constante a través del tiempo. Al igual que ellos, las estaciones, las vidas humanas nos ofrecemos, unas a otras, según llevamos dentro. El triste, al extender su tenderete en el bazar de la vida, ofrecerá tristezas. El desalmado y el conquistador, seguramente barbarie, batalla y campos de sangre. El carpintero, el trabajo con sus manos sobre la madera

Escapes del mundanal ruido

¿Dónde han sido mis refugios? Un ático, un buen refugio, un estar a lo lejos de todo, y tan cerca del cielo como tocar la luna desde la terraza. Era en Salamanca. Una peña, una gran peña, de unos 200 metros de altura, surgida, como una mole de piedra, de la nada. Todo campo alrededor, pero ahí, una peña surgida en el campo, una mole de piedra, de granito. En el pueblo de La Peña, provincia de Salamanca. Una peña con escaleras del tiempo, quizás miles de años, tiempos que los vacceos (celtas) habitaban aquellas tierras y esa peña era, para ellos, como un motivo mágico, de culto, un ¡oh qué peña! ¡subámonos en ella para hacer hogueras y bailar! Si me pillo ahora un mapa, y hago así como un círculo, un radio de 100 kilómetros, tengo como cien, doscientos refugios, en lugares preciosos de Salamanca y Zamora, adonde iba a perderme, a estar en lugares que me ponían las pilas, me cargaban, me hacían sentirme vivo. Las Arribes del Duero. El Río Duero, haciendo de frontera entr