Salamanca me gusta
Vivo en un extremo de la ciudad, al noroeste. Salamanca es una ciudad relativamente pequeña, para pasear, pero tiene también sus largas distancias. Todas las mañanas, recorro a buen paso, durante cuarenta minutos, de punta a punta de la ciudad. Del extremo noroccidental al extremo suroriental. Lo bueno del asunto es que no me pesa caminar esos cuarenta minutos, los disfruto, me despiertan y me ponen las pilas para comenzar un nuevo día. Salgo de casa, cruzo la calle, mejor mirar porque es una curva con poca visibilidad. Entro a un parque, el parque de Valhondo. Comienza la mañana y un festival de primeros sonidos. Yo camino entre la oscuridad y el frío, mejor dicho que está rayando el alba y el parque está iluminado con la luz blanquecina de las farolas, pero la luz del día ya clarea y no se sabe si es de día o es de noche. Cruzo algunas calles, una avenida con semáforo, enfilo una larguísima calle, con reloj luminoso en una farmacia, entro a la zona antigua, un parque de elev